Reseña del compositor Manuel S. Acuña

22 de marzo de 2023

Por Rodolfo Rascón Valencia

Hijo del matrimonio formado por los cumpenses Pedro Acuña y Refugio Sánchez, el músico y compositor Manuel S. Acuña nació en el pueblo de Cumpas, Sonora el 22 de marzo de 1907. Tres meses después, los Acuña se trasladaron al mineral de Nacozari de García, donde el futuro artista terminó de criarse y recibió sus estudios elementales, además de la enseñanza musical, que estuvo a cargo de los maestros Eduardo C. Gulliver, Silvestre Rodríguez y Alfonso Quiroz, que en ese tiempo dirigían una orquesta juvenil en el mineral.

Aquí se inició en el arte de los ruidos y los silencios equilibrados, armónicos y melodiosos, en 1918, como ejecutante de la tambora. Tres años más tarde era trasladado a Los Ángeles, California, en compañía de madre y su hermana Cuquita con el fin de estudiar el inglés y perfeccionar su instrucción musical. 

En 1923 su padre viajó con el resto de la familia hacia aquella ciudad para establecerse en ella. En 1925 Manuel ingresó como flautista a la Orquesta Típica de California, que dirigía su hermano Ubaldo en Los Ángeles, y ese mismo año era nombrado director de la citada corporación musical. 

En los años siguientes de recesión económica, de mafias y de crímenes, los mexicanos eran muy diferenciados y excluidos en todo por los norteamericanos, pero Acuña Sánchez supo ganarse a pulso su admiración y respeto, recibiendo siempre la aprobación general y el aplauso profuso a sus cualidades artísticas, sobre todo, su oferta musical. 

Sus primeras composiciones musicales habían tenido lugar en Nacozari de García cuando era un adolescente. Y lo mismo componía valses que fox-trots o melodías de cualquier género y cualquier ritmo, inmerso en aquel ambiente subyugante de magia musical que reinaba en la región, con la imponente presencia y arte de filarmónicos y compositores de la talla del «Tete» Rodríguez, Juan L. Mada, el Chato Dórame, Eduardo C. Gulliver, Rafael Jarero, el Viejo Gallardo y otros más. 

Ante aquel diluvio de notas fabulosas y sublimes ruidos de olímpicos matices, Manuel S. Acuña se vio precisado a facturar solo música buena, de mucha calidad, como la polca Échale un cinco al piano que compuso en 1928 y a la cual años después le agregó la letra.

Ya en Los Ángeles, en 1930, se dedicó a componer canciones románticas, entre boleros, baladas y valses, logrando gran éxito con la grabación de su canción Si tú supieras, mi nena, que le hizo en 1935 el cantante obregonés Manuel M. Maytorena, canción que había compuesto en Cumpas, cuando tenía 13 años de edad.

Ese mismo año de 1935 el compositor contrajo matrimonio con María Luisa Martínez, una bella damita nativa de Santa Rosalía, Baja California, con quien procreó a sus herederos Alma Angelina, nacida en 1939 y Manuelito, que nació en 1940. Precisamente el vals Alma Angelina lo compuso con dedicatoria para su hija primogénita.

En 1946 le grabaron en México la canción Yo sé que es imposible en la voz de Lupita Palomera, con una aceptación inusitada entre el público mexicano, ya que era la primera canción que le grababan en su país. Un año después su bolero Mentira fue grabado por María Victoria y también por Lalo Guerrero, el autor de La mula bronca y creador de las populares Ardillitas. 

Establecido en Monterrey Park y Los Ángeles, California —donde se desempeñó como locutor y productor de radio, periodista, promotor y director artístico de varias compañías fonográficas y propietario de una de aquellas—, Manuel S. Acuña compuso más de 100 canciones y melodías instrumentales que le fueron grabadas por cantantes y grupos famosos de toda América Latina.         

En varias ocasiones don Manuel manifestó su deseo de grabar discos con música de compositores sonorenses, logrando, por fin, la grabación de un long play con música de don Silvestre Rodríguez, en 1973, cuando él, don Manuel, se hallaba a la cabeza del Círculo Social Amigos Nacozarenses, club que él mismo había fundado en Los Ángeles, California.           

La instrumentación, arreglos y grabación de la música estuvo a cargo del mariachi Los Camperos de Los Ángeles, con una edición de cinco mil unidades, de las cuales el jefe del grupo se adueñó del cincuenta por ciento. Tal determinación no estaba prevista en el convenio, pero el club de rindió a los caprichos de aquel individuo y aceptó la mitad de los discos. Con el producto de la venta se erigió un busto de bronce a Silvestre Rodríguez, el cual fue develado por el gobernador Carlos Armando Biebrich con la presencia de don Manuel S. Acuña y su entrañable amigo Crisanto Figueroa, fungiendo como testigos.            

Entre los cantantes que interpretaron y grabaron canciones de Manuel S. Acuña se cuentan Gilberto «El Sahuaripa» Valenzuela, Fernando Fernández, Vicente Fernández, Las Hermanas Padilla, Irma Serrano, Javier Solís, Lalo Guerrero, Pedro Vargas, el Dueto Azteca, el Dueto Amanecer, Las Hermanas Huerta, Los Martínez Gil, Lupita Palomera, sin dejar de incluirnos usted y yo y miles de melómanos de todos los rumbos, que muchas veces habremos cantado sus hermosas composiciones.

Para darnos una idea de la calidad de su producción musical, nos abocamos a señalar una breve lista de títulos escogidos al azar:

Cananea
Canción de un preso
Castígame
Con todo el corazón
De corazón
Después de amarnos
Desolación
Di
Dos palabras 

Échale un cinco al piano
Échenme la tierra encima
El sonorense
Flor deshojada
Mentira
Gracias mi amor
Mis ojos me denuncian
Nacozari

No sé por qué te quiero
Reconciliación
Regálate conmigo
Si fueras mía
Si tu supieras
Mi nena
Ven
Quiero verte otra vez

Vals Alma Angelina de Manuel S Acuña

En coautoría con Felipe Valdez Leal, don Manuel compuso varias canciones, entre las que se cuentan: Mi ranchito (…dónde temprano se oculta el sol…), Mis ojos me denuncian, Hace un año y Por una mujer casada. Como empresario y propietario de la compañía fonográfica La Colonial, Manuel S. Acuña apoyó a varios compositores y cantantes mexicanos que alcanzaron importantes alturas en la escala de la popularidad, como son, o fueron, Fernando Fernández, Antonio Valdez Herrera, Gloria Elba, Lupita Palomera, Lalo Guerrero, las Hermanas Padilla y El Sahuaripa Valenzuela. Su compañía disquera era tan accesible que no pocas veces les hizo de fiado las grabaciones a los cantantes.

Confesaba don Manuel que el único pecado importante que cometió de manera premeditada fue el haber registrado a su nombre el vals Belén de don Silvestre Rodríguez, pero lo hizo para salvarlo contra los plagiarios sinaloenses que ya se lo estaban adjudicando a Severiano Moreno, un paisano suyo que vivió en Cananea.

En los años 80 del siglo anterior, el mismo Círculo Social Amigos Nacozarenses, le grabó un disco a don Manuel con solo canciones suyas en la voz de Lalo Guerrero y otros cantantes profesionales. Y para no quedar atrás, el H. Ayuntamiento de Nacozari de García erigió un busto en su honor en un lugar estratégico de la localidad.

A don Manuel S. Acuña le cupo el orgullo de convivir con muchos compositores sonorenses del ayer y el mantener estrechos lazos de amistad y camaradería con compositores y cantantes del presente. Él se consideraba como un eslabón de enlace entre las viejas y nuevas generaciones de paisanos hermanados en el arte. Jamás estuvo desvinculado de su tierra, ni de su gente. Constantemente realizaba visitas a Sonora y allá, en California, donde residía, recibía y apoyaba cuantos compositores paisanos de le acercaban en busca de ayuda u orientación para grabar y promocionar sus discos. En correspondencia, su pueblo le otorgó en vida algunos reconocimientos y homenajes que mucho lo estimulaban, siendo el que más le honró y satisfizo, según nos lo manifestó meses antes de su fallecimiento, fue aquel que le ofreció el H. Ayuntamiento de Nacozari de García, cuando le erigió el busto que ya se dijo, en un importante punto de este mineral.

Manuel S. Acuña dejó de existir el 29 de marzo de 1989. Sus restos descansan en el Panteón San Gabriel de Los Ángeles, California, EE. UU.

Acerca del autor:

Rodolfo Rascón Valencia es originario de Aribabi, municipio de Huachinera, Sonora. Durante muchos años se ha desempeñado como cronista municipal de Nacori Chico. Es autor de varios libros: Compositores sonorenses 1860-1940, Vestigios de la cultura ópata, Últimos apaches de Nácori Chico, El habla sonorense, Corridos sonorenses, El señor de los jerros, entre muchos otros.


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