Discurso fúnebre de James Douglas en honor a Jesús García

23 de noviembre de 2021

Escrito por el Prof. James Douglas para depositarse en la primera piedra del monumento a Jesús García

El amor a la vida es el instinto más arraigado en nuestro ser. Es el impulso que asegura la existencia misma de la especie, y por lo tanto, cuando un individuo sacrifica su vida para salvar la de sus semejantes, ejecuta un acto de abnegación motivado por los sentimientos más altruistas. Por el contrario, cuando los hombres degeneran a tal estado de cobardía y egoísmo, que se vuelven incapaces de actos voluntarios que entrañen sufrimientos físicos, hasta arrastrar la muerte en defensa de sus derechos, o mejor aún, por la protección y bienestar de sus congéneres, se hacen indignos de ser ciudadanos de una patria libre y soberana. Cierto es que el soldado, al sentar plaza, debe tener presente que se expone a perder la vida de un momento a otro en el campo de batalla, pero el peligro es remoto, y llegado el momento crítico, la presencia de sus compañeros, no menos que el fragor de la contienda, fortifican su ánimo y le infunden valor.

En el acto concreto de heroísmo que este monumento conmemora no existió ese estímulo para Jesús García. Era maquinista del tren de la mina que salía de los patios bajos de Nacozari a las minas de Pilares. En la pendiente que domina casa de fuerza y los talleres, en plena vista de la población, observó el maquinista que un carro de dinamita se iba incendiando. En lugar de aplicar los frenos y abandonar el tren, lo hizo correr a todo vapor y con la mayor serenidad dio orden a la tripulación de apagar el fuego. Como valientes que eran estos hombres, insistieron en su empeño hasta que el mismo García les ordenó que se retiraran del tren y lo abandonaran a él a su suerte. Cuesta arriba prosiguió con los carros envueltos en llamas y la carga infernal de dinamita. La velocidad del convoy avivaba las llamas, pero García confiaba en que aquel volcán que arrastraba no haría explosión hasta alcanzar un punto en el que el cerro formaría un valladar entre el tren y el poblado, salvando de inevitable destrucción a sus moradores. Apenas llegaba a la meta cuando se produjo la explosión. La población se había salvado.

El salvador de Nacozari hubiera desaprobado todos los honores que hoy le tributamos. Él solo cumplió con su deber, ¿y qué más podía hacer? Tales eran los pensamientos de Jesús García al erguirse con la mano firme en la palanca y con la vista mirando fijamente en la eternidad.

Necesitamos el incentivo de nobles ejemplos que nos recuerden nuestros propios deberes. Por eso nos reunimos ante este monumento que conmemora una proeza sublime y la muerte de un héroe.

Prof. James Douglas
21 de octubre de 1909


James Douglas (1837-1918) fue el fundador del Nacozari nuevo. Fue un destacado filántropo, catedrático, metalurgista y empresario dedicado en gran parte a actividades mineras y ferroviarias durante la segunda mitad del siglo XIX. A él se le atribuye el crecimiento económico, industrial y urbano de Nacozari al iniciar el siglo XX. Su carácter humanista y su amplia trayectoria en la industria minera favorecieron el desarrollo social y económico de Nacozari, resultando en un sano ambiente de paz social y laboral durante muchos años.

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