Vida y obra del maestro Silvestre Rodríguez

1 de septiembre de 2021

Por Jesús Ernesto Ibarra Quijada

Son pocas las personas que, no siendo originarias del lugar donde radican, han sabido ganarse el respeto y el cariño de la gente. En Sonora han sido mínimas las expresiones aprecio y cariño que el pueblo ha brindado a los fuereños; sin embargo, Silvestre Rodríguez, el místico músico y compositor michoacano, logró conquistar el corazón del pueblo sonorense. 

Este gran compositor nació en el estado de Michoacán en el pequeño poblado de Sahuayo el 23 de diciembre de 1874. Fueron sus padres don Gabriel Rodríguez y Juliana Olivares. Desde temprana edad, Silvestre Rodríguez dio muestras de un innato talento que obligó a su padre a dedicar más tiempo del necesario al crecimiento académico y artístico de su hijo, ya que en el pequeño músico se reunían los sueños e ideales que don Gabriel no tuvo la oportunidad de alcanzar. 

A la edad de diez años, el pequeño genio mexicano inició la composición de hermosas melodías que en esa época (ca. 1884) no podían ser registradas ante las autoridades competentes, y es que en esos años, la familia Rodríguez Olivares no contaba con el dinero suficiente para registrar las obras del joven autor y protegerlas del plagio. Relataba el maestro Manuel S. Acuña (quien fuera alumno de don Silvestre Rodríguez) que éste había dado a conocer su inspiración musical en su primera composición a la que llamó Pueblito. Orquestas, grupos musicales, teatros y revistas fueron los primeros pasos que en el entonces novel autor tomó como base para una carrera que, años más tarde, le daría la fama y la fortuna que deseaba no solo para él, sino para sus padres y su esposa: Delfina León, con quién no procreó hijos.

A partir de los once años de edad partió con su familia al Estado de Colima donde estudió música y se destacó como excelente ejecutante de piano, violín, flautín y oboe. Ahí mismo, en 1893, y a los veinte años de edad, fundó y formó parte de la Orquesta de Colima. Años más tarde viajó a Baja California Sur, donde dirigió la Banda Oficial de La Paz. El músico-compositor llegó al estado de Sonora a los 22 años de edad y se trasladó a Minas Prietas y La Colorada: centros mineros que estaban en todo su esplendor a finales del siglo XIX. 

Ahí pasó dos años; ahí también continuó con su preparación como músico en conjunto de su padre y otros músicos. Con el paso de tiempo, se integró a la orquesta del Circo Atayde Hermanos con la cual realizó una serie de giras y presentaciones por todo el territorio sonorense. Es así como conoció los municipios de Cajeme, Navojoa, Hermosillo, Altar, etc.

Si bien la estadía del maestro Rodríguez como músico en el Circo Atayde Hermanos no llegó a más de tres meses, el hecho de estar en una compañía que le permitió viajar y conocer la geografía sonorense, fue una experiencia que el músico atesoró toda su vida, ya que gracias a esos viajes, tuvo la oportunidad de expandir sus conocimientos, al mismo tiempo en que su vena artística —tal como él—, iba creciendo a pasos agigantados. 

Pese a que desde los veinte años de edad don Silvestre Rodríguez vivió en constante cambio de domicilio, su creatividad jamás disminuyó. De hecho, conforme dejaba un estado para vivir en otro, sus vivencias le daban ese vigor extra que necesitaba para componer piezas tan bellas que, años después de su muerte, se siguen recordando. 

El maestro Rodríguez llega a Nacozari

En 1903 llegó por primera vez Silvestre Rodríguez al mineral de Nacozari (otras fuentes dicen que llegó en 1905), poblado donde vivió sus últimos años, y donde, gracias al cariño que mostraba a sus habitantes, supo ganarse la admiración y el respeto de la población. Fue en este pueblo minero donde decidió asentar sus raíces. Desde su llegada al municipio serrano, Rodríguez Olivares supo sobrevivir en un poblado donde la actividad económica era la minería, y que a principios del siglo XX estaba en plena efervescencia minera y ferroviaria. Es a partir de este momento donde la más grande de sus épocas como compositor se hizo presente. De esta manera, y acompañado por una orquesta que él mismo formó, logró amenizar las fiestas y eventos sociales que las familias de alta sociedad tenían cada semana. Fue en una de estas fiestas donde conoce y se hace amigo de Jesús García Corona: el Héroe de Nacozari.

El 31 de agosto de 1905 contrajo matrimonio con la señorita Delfina León Othón y fue en el pueblo minero de Nacozari de García donde Rodríguez Olivares compuso la mayoría de sus obras musicales y donde encontró a la mayoría de sus musas. Para el vals Belén, por ejemplo, su inspiración fue Belén Quiroga; el vals Celina fue dedicado a la señorita Celina Montaño; Sueños de Eva fue dedicado a la señorita Eva Torres Ibarra; la canción-vals María Clarissa fue dedicada a la señorita María Clarissa Vázquez Quiroga; el vals Elvira se lo dedicó a la señorita Elvira Valencia Franco; y el vals María Luisa fue para la joven María Luisa Ocaranza; solo por mencionar algunas piezas de su amplio repertorio.

Es aquí donde se puede hacer un paréntesis entre sus numerosas composiciones para informar que se tiene conocimiento de muchas de ellas, pero sería casi imposible entrar en detalles. Lo que sí es posible relatar es el suceso que aconteció posterior a la gesta heroica de Jesús García. Don Silvestre Rodríguez, junto con muchos de los habitantes de Nacozari, acudió de inmediato al lugar de los hechos para observar lo ocurrido. Profundamente conmovido, y envuelto en una gran pena por la muerte de uno de sus mejores amigos, se encierra en su casa y emplea su talento para componer una marcha que al día siguiente fue ejecutada por su orquesta durante el sepelio de su amigo, y que año con año se sigue tocando en las ceremonias luctuosas de cada 7 de noviembre.

Por muchos años el profesor Rodríguez se dedicó a impartir clases de música. Fueron sus discípulos los famosos compositores: Leonardo Yáñez «El Nano» (autor de El moro de Cumpas) y Manuel S. Acuña (autor de Canción de un presoMis ojos me denuncianAlma Angelina, etc.), Pastor Encinas, entre muchos otros filarmónicos de renombre.

En el semanario local El Nacozarense, publicado en septiembre de 1935, se imprimió una breve nota publicitaria que reza lo siguiente: «Este humilde y popular compositor se ha pasado la mayor parte de su vida radicando en este mineral y tiene más de mil piezas inéditas; pues diariamente produce y siempre se le encontrará al lado de su mesa escribiendo lo que produce su exuberante cerebro».

Con el paso de los años, don Silvestre Rodríguez compuso más piezas (polkas, vales, fox trots, etc.), y en distintas ocasiones sus amigos y discípulos le obsequiaron viaje redondo a Estados Unidos para que editara allá algunas de sus obras. 

Cuando alcanzó una edad muy avanzada, su cuñado Efraín León Othón lo trasladó a Mexicali, Baja California. Tiempo después, y debido a su crítico estado de salud causado por su avanzada edad (90 años), decidieron traerlo a suelo sonorense.

Al llegar el tren a Nacozari, el doctor Manuel Contreras le informa: 

—Maestro, ya llegamos a Nacozari. —Profundamente conmovido, y con las pocas fuerzas que le quedaban, dijo: 

—Nacozari… ¡Viva Nacozari! 

Solamente las personas que estaban cerca pudieron escucharlo. Eran aproximadamente las 17:00 horas cuando hizo su arribo el tren de Agua Prieta a Nacozari. En la estación del ferrocarril había autoridades municipales, grupos de estudiantes, músicos y un numeroso público que lo esperaba con júbilo y cariño. Luego, el maestro pidió que se le llevara a la casa cural para ser auxiliado por el entonces párroco del pueblo, el padre José Juan Cantú. Sus compañeros y alumnos le cantaron y tocaron la música que con tanto amor él les había compuesto y dedicado. Días después, el gran compositor michoacano exhalaba sus últimos alientos mientras escuchaba el vals Déjame llorar que le cantaban «Chabelita» Figueroa, Virginia y Alicia Montaño, la profesora Eloisita Durazo, entre otros. 

Su lamentable deceso acaeció la noche del miércoles 31 de marzo de 1965. El entonces presidente municipal de Nacozari, Antonio García Cazares encabezó el cortejo fúnebre del maestro Rodríguez, cuyos restos reposan en el panteón municipal en una tumba que destaca del resto. La lápida en forma de arpa tiene grabadas las primeras notas del vals Tu Mirada. Lamentablemente, al morir Silvestre Rodríguez, murieron con él una gran cantidad de obras musicales, siendo inéditas la mayor parte de ellas.

Homenajes y reconocimientos

Muchos reconocimientos y homenajes recibió el maestro Silvestre Rodríguez durante su vida:

▪️ El 23 de febrero de 1939, en el teatro Noriega de Hermosillo, Sonora, se puso en escena la revista Alma Sonorense en homenaje a destacados compositores en Sonora, entre ellos el maestro Silvestre Rodríguez quien recibió un merecido homenaje en compañía de compositores de la talla de Rodolfo Campodónico, Jesús «Chito» Peralta, entre otros.

▪️ En 1941 se le otorgó en Nacozari de García la medalla «Premio al Mérito Artístico y Cultural».

▪️ El 11 de febrero de 1946, la Alianza Hispano-Americana de Hermosillo, Sonora rindió un merecido homenaje a músicos sonorenses, incluyendo al maestro Rodríguez. Recibió en esa ocasión la presea «Premio a la inspiración».

▪️ Otra medalla dice: «Premio al mérito».

▪️ El 25 de febrero de 1953 fue objeto de un homenaje que le rindieron sus amigos y colegas del Sindicato de Filarmónicos de Agua Prieta que lleva su mismo nombre.

▪️ Un reconocimiento más le fue entregado por el Sindicato Filarmónico Silvestre Rodríguez de Agua Prieta en 1954, dice «Honor al Mérito Musical».

▪️ Una medalla de la Casa Madero en México en 1958 que dice: «Por la exaltación de México; Reconocimiento al mérito».  

▪️ Una medalla «Al mérito artístico» otorgada por el Seminario de Cultura Mexicana en Hermosillo, Sonora.

En 1954, el Gobierno del Estado de Sonora le otorgó una pensión de 250 pesos mensuales por sus méritos como compositor musical y otros servicios prestados en las escuelas estatales.

Decreto que otorga pensión al maestro Rodríguez

En el año 2013, al conmemorarse su XLVIII aniversario luctuoso, el Ayuntamiento de Nacozari de García instituyó la medalla «Silvestre Rodríguez» como homenaje al mérito artístico y cultural, proyecto al cual se sumó el Instituto Sonorense de Cultura. Dicha presea se otorga año con año en el marco de la conmemoración del aniversario luctuoso del compositor a aquellas personas en el estado de Sonora que destaquen por sus actividades artísticas o culturales.

Su nombre ha sido impuesto en calles, auditorios, salas, sindicatos de músicos, etc. En Nacozari de García, una plaza, una calle y un jardín de niños llevan su nombre, y desde 1989, su casa es ahora un museo dedicado a su memoria. Además, en el municipio de San Luís Río Colorado, un auditorio lleva su nombre.  

Recordar a don Silvestre Rodríguez, es recordar todo un legado musical que engalana la historia y el folklor sonorense y que, hasta nuestros días, se sigue recordando con respeto, cariño y admiración. Don Silvestre Rodríguez fue sin duda uno de los mejores compositores que, sin haber sido originario de Sonora, supo ganarse el cariño y admiración de la gente.

Su legado dejó huella en tierra Sonorense. Los sonorenses de ayer y hoy veranamos su memoria y recordamos la bella música que con cariño nos dejó.

«Enriqueta de Parodi relató, a manera de anécdota acerca del hermosísimo vals Suspiros y lágrimas, que durante el movimiento revolucionario en Sonora, un día, un hombre dijo a su novia al partir: ‘Si algún día no vuelvo porque caiga muerto en los campos de batalla, cuando oigas este vals que toca la orquesta, piensa en mí’…».  

Ángel Encinas Blanco

Algunas composiciones de Silvestre Rodríguez:

A mi primer amor
A mi lejano pueblecito
Alborada 
Amigos alegres     
Amor del alma     
Amor secreto
Ana Rosa
Ave de paso 
Bandera Nacional 
Belén 
Blanca Lidia     
Carlota 
Celina
Cenizas
Chata malhola 
Chicana 
Chollas 
Churunibabi 
Consuelo
Cual gota de rocío 
Cuatro de julio 
Cuca 
De Nacozari a Agua Prieta
Déjame llorar 
Despierta
Ecos de tu voz
Elvira
El Costeño
El gorjeo de las aves 
El Limoncito
El Pajarito
El Palmero
El Serrano

El Yaqui
Enriqueta
Flores y espinas 
Himno a Jesús García
Irrigación
Isabel
Labios de coral
La Balandra
La Bernardina
La charanga de Horacio
La Mancornadora 
La Montañita
La Nogalense
La Paisanita
La Pilareña
La Respingona
La viuda negra 
Linda madrugada 
Linda morena
Lindas nacozarenses 
Los Calzones
Los Cazadores
Los cuatro aventureros
Los mares del sur 
Los Naranjos
Mañana
Marcha Jesús García
María 
María Clarissa 
María Luisa 
Memorias
Me es en vano
Me lleva el tren 

Ojos azules
Ojos negros soñadores
Panchita
Paloma
Para ella
Por tu amor
Primeras flores de primavera
Primeras gotas de rocío 
Prospectador
Pueblito
Quien pudiera volverte a ver
Recuerdos de mi lejana tierra 
Recuerdos del pasado 
Retorno al hogar 
Salsa picante 
San Isidro
Si ya no me quieres
Siempre que me besa 
Soledad
Sonora en marcha 
Soñando
Sueño de amor
Sueños de Eva 
Suspiros y lágrimas 
Teresita
Trinidad
Tu Mirada 
Tuya
Un ángel más 
Vida de ensueño 
Viva Nacozari 
Volví a mi patria

Acerca del autor:

Jesús Ernesto Ibarra Quijada es originario de Nacozari de García, Sonora. Se tituló como licenciado en Ciencias Políticas con énfasis en Historia y Políticas Públicas en la Universidad de Arizona. Cursó la maestría en Traducción Especializada, Jurídica-Económica. Es socio fundador de la asociación Historia de Nacozari de García, A.C. y miembro de la Sociedad Sonorense de Historia. Ha colaborado desde hace más de una década con distintas instituciones locales y nacionales en el rescate, promoción y difusión de la historia de Nacozari de García. Es autor del libro Nacozari de García, Tres siglos de historia y minería (2016).


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