Pilares de Nacozari, de la gloria a las ruinas

15 de agosto de 2022

Por Enrique Vega Galindo

Pilares de Nacozari es una mina de oro abandonada. Un lugar que pide a gritos ser rescatado por el gobierno sonorense para convertirse en uno de los principales atractivos turísticos de nuestro estado.

Pueblo que es anualmente visitado por miles de turistas de todos los rincones de México y los Estados Unidos, por qué no decirlo, europeos, chinos, coreanos y japoneses. Que disfrutan al ver las ruinas de un poblado construido en la época del oro, con todo el semblante de los pueblos del Viejo Oeste, pero con un aire y tinte afrancesado, con un diseño al estilo de los cuáqueros ingleses.

Pilares es un hermoso pueblito minero abandonado de un largo historial, con laderas pobladas de casitas y cabañas donde vivieron sus pobladores. Ubicado en lo alto de la sierra de La Juriquipa, municipio de Óputo (hoy Villa Hidalgo), que durante los años de 1928 a 1930 se cortaron cientos de pinos que fueron utilizados por la compañía minera de Pilares de Nacozari; dentro de este mismo distrito en el mineral de Santo Domingo, se cortaron maderas.

A un lado está la sierra de Los Ajos durante 1945 existieron unos aserraderos, que dieron lugar a pequeñas rancherías, que se convertirían en poblados dedicados a la cría de ganado, agricultura, y fruticultura especialmente a cultivar manzana y naranja.

Otro lugar que se benefició con el mineral de Pilares de Nacozari, fue la sierra azul de Magdalena de Kino, la cual hizo que se propusiera y construyera la primera carretera que comunicaba este poblado directamente con el nostálgico pueblo «fantasma» de Los Pilares. Estas sierras y sus poblados ubicados a los alrededores vivieron la pujanza de la bonanza minera, con el paro de Los Pilares y hasta la actualidad casi viven sus pobladores en la ruina, al no incentivar el gobierno federal programas y proyectos para recuperar estos bastiones de la economía nacional e internacional, que en su momento dejaron una huella profunda en la historia de Sonora.

Los Pilares de Nacozari fue el gigante del estado de Sonora. De sus entrañas se extrajeron miles de toneladas de cobre, en él se fueron miles de vidas, y muchos hombres arruinaron su salud. Estos hijos no perdieron ni su personalidad, ni su rasgo humano. Fueron hombres justos, serenos, animosos. El panorama minero de Pilares de Nacozari les daba aliento para excitar e incitar a las nuevas generaciones a no perder el terreno minero. Pilares, es, y ha sido de profundo interés literario. Lleno de leyendas y mitos como la del héroe Jesús García Corona. La compañía minera Moctezuma Cooper Company, creó un pueblo de ensueño donde jamás los ojos de un ser humano habían posado.

De Placeritos a Nacozari Viejo y de allí a Pilares, los gambusinos seguían la veta de los ricos yacimientos minerales. Conocida la región como el Real de Minas de Nacozari, bautizada así por el misionero jesuita Juan Nentuing, esta tierra ópata, que significa «tierra de nopales». Nació del cuchillo al fuego. La sangre y la crueldad tiñeron sus tierras. Los ópatas, obligados abandonar las tierras por el amor de los buscones o gambusinos a los metales.

La guerra fue cruenta, las escaramuzas fueron constantes entre las tribus y la caballería real española; la guerra brutal dejó un tenebroso recuerdo a los pobladores españoles. Los ópatas, los janos y los jácomes, habrían de guerrear hasta la muerte. La lucha no paró. Ya que la buena fortuna le sonrió a carcajadas a Nacozari, al encontrar los pioneros norteamericanos un importantísimo descubrimiento. ¡Eureka! ¡Habían descubierto el manto cuprífero de Los Pilares!

El pico y la pala habían quitado la cáscara de la tierra, y puesto a descubierto el pilar del orgullo minero de la región. La noticia recorrió todos los rincones de la República Mexicana, las voces cruzaron las fronteras y llegaron hasta Europa. Entonces apareció sobre la faz de la tierra: Los Pilares de Nacozari.

Los apaches atapascanos al ver la pintar la fortuna, guiados por Cochise, Mangas Coloradas, Vitorio, Jus, y Gerónimo, reclamaron su parte de la vaca que empezaba a engordar. Una pequeña empresa de Nueva Jersey compró los derechos y la nombró Moctezuma Concentranting Co., la compañía fue vendida a Meyer Guggenheim y sus hijos, y fundaron la ASARCO, INC., Los Guggenheim, invitados por Porfirio Díaz, creyeron que la mano de obra les saldría barata como en los tiempos de los españoles, pero se encontraron con una organización sindical que exigía buenos salarios y excelentes condiciones para los trabajadores mineros, así como para sus familias. Ni en sueños los gringos volverían a encontrar los ricos filones de plata y oro a flor de tierra.

La inversión para obtener el cobre era inmensa; se requerían de algunos millones de dólares para su extracción. La cosa iba en serio. El metal estaba incrustado entre medio de las rocas y la tierra. Mejor se la vendieron a la Phelps and Dodge Co. y fundaron la Moctezuma Cooper Company. A la cabeza estaba el Dr. Louis D. Ricketts y el Dr. James Douglas. Así que desviaron su atención de la mina Los Pilares, y decidieron movilizar sus instalaciones a un terreno más plano ubicado a 8 kilómetros hacia el norte, en el pueblo ópata de Nacozari, y allí nació el proyecto minero más ambicioso de la época porfirista en nuestro país. Construyeron casas con buenas comodidades para los trabajadores mineros, las oficinas de la compañía, la casa de fuerza, el hospital, la tienda de raya, cuarterías para los hombres solteros, un hotel, una escuela y la estación ferroviaria.

En Los Pilares, la vida corría todavía más aprisa, lo que antes fue de madera, se estaba transformando en estructuras metálicas. A la comarca empezaron arribar convoyes de grandes carretones de carga jalados por 20, 30 o 40 mulas, con todos los pertrechos y abastecimientos necesarios para dar origen al nuevo Pilares. En solo tres años Los Pilares se convirtió en el pueblo minero más moderno y funcional de América Latina, y la envidia de los pobladores de Estados Unidos. Los Pilares cambió la fisionomía de la minería a nivel mundial.

En 1904, se terminó el último tramo del ferrocarril que unía a Nacozari, con Agua Prieta y Bisbee, Arizona. Ese mismo año se construyó el tramo ferroviario de Nacozari al punto estratégico de la compañía, conocido como El Porvenir, y a su vez se construyó el inclain, que eran un par de vías, que movían las canastas para subir y bajar a Los Pilares, personas y los abastecimientos para la población. El malacate de Guadalupe era el encargado de su movimiento. El malacate de Pilares, manteaba los metales y los sacaba por un túnel conocido como El Siete, para embarcarse en las góndolas y que el trenecito Porter 0-4-0 (o Maquina 501), conocida como la número 2, llevara el metal a la concentradora de Nacozari.

En Los Pilares, se jugó por primera vez el basquetbol, el béisbol; también jugaban tenis, frontón y hasta golf. Es un lugar entrañable para sus antiguos moradores. Se creó un ambiente social y económico difícil de olvidar.

En Pilares, todo está abandonado. Los fantasmas de sus pobladores emergen entre la oscuridad. Sus vástagos añoran sus memorias. La plaza de toros desapareció, el deportivo en ruinas, la iglesia está vacía, unos pocos feligreses acuden a misa dominical, se conserva en buen estado la comisaria municipal, la cárcel sin consuetudinarios, que los domingos se alegraban con música y mezcal. A la escuela solo van unos chiquillos. Los pobladores sufren la ausencia en la noche.

El pueblo es mudo y silencioso. Las cantinas no existen. No hay tríos musicales. Ni jolgorio sabatino habitual. El riachuelo está quieto, tieso, sordo y apesadumbrado. El Porvenir es soledad. Los comercios que antes fueron gloria, hoy son ruinas.

Los Pilares de Nacozari exigen la necesidad de cariño de los ausentes. Desde 1931, se empezó a dar un éxodo de pilareños a Tucson, Huachuca, Phoenix, Nogales, Bisbee, Douglas, El Paso, Tecate, Tijuana, Ciudad Juárez, Los Ángeles, Guaymas, Empalme y Hermosillo. Para 1949, Pilares de Nacozari dejó de existir.

La gente agradecida, por la noche bailó sin parar con su gente bien vestida, luces, música y algarabía, la melodía que es sin duda el himno sonorense por excelencia: La Pilareña del maestro don Silvestre Rodríguez. El gigante cuprífero del noroeste mexicano había muerto. En 1964, algunos hombres que habían formado el comisariado ejidal de Pilares, vendieron unas tierras, que dieron origen a uno de los mantos cupríferos más importantes del mundo, orgullo de la región minera de Nacozari, que fue descubierto por el Dr. Coulbaugh, quien dio origen a la Asarco Mexicana, y en 1968 constituyeron formalmente la Mexicana del Cobre. Hoy mina de La Caridad.


Acerca del autor:

Enrique Vega Galindo es sociólogo egresado de la Universidad de Autónoma de Baja California. Es historiador, escritor, investigador y cronista de Villa de Seris. Es autor del libro Pilares de Nacozari. Retrospectiva histórica y social (2000).


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