Breve historia del mineral de Churunibabi, Sonora

21 de junio de 2022

Por Jesús Ernesto Ibarra Quijada

Mientras que en Pilares de Nacozari se extraían formidables cantidades de cobre, al norte de Nacozari se trabajaba desde siglos antes en la búsqueda del oro y la plata. La antigua región minera conocida como Churunibabi, ubicada a diez kilómetros al norte de Nacozari de García, fue al igual que Pilares y las minas aledañas, uno de los centros mineros más importantes y destacados en el noreste de Sonora. Aunque su crecimiento económico, político e industrial no se equiparó a los niveles de desarrollo en Nacozari o Pilares, su historia es mucho más antigua y se remonta incluso siglos antes de la fundación de los pueblos en la región.  

Al igual que la etimología de Nacozari, la palabra Churunibabi se deriva también de la lengua ópata —y según las variantes de ese idioma—, la palabra significa «aguaje de cardenales». La primera referencia a este histórico lugar, aparece en un texto publicado a mediados del siglo XVIII por el sacerdote y explorador alemán Juan Bautista Nentvig. En su obra tituxlada El rudo ensayo. Descripción geográfica, natural y curiosa de la provincia de Sonora, 1764, Nentvig hace breves pero sustanciosos señalamientos sobre este mineral, entre ellos, señala que se ubica a «cinco leguas» al norte del Real de Minas de Nuestra Señora del Rosario de Nacozari. 

Sus inicios a mediados del siglo XVII

Las actividades en este sitio son tan antiguas como las minas mismas, pues en ese alejado punto de la sierra sonorense, habitaban ya algunos indígenas ópatas previo a la llegada de los primeros exploradores europeos. Después de la fundación del real de minas de Nacozari en 1660, los colonos de la Nueva España siguieron recorriendo palmo a palmo la zona, hasta arribar a lo que hoy se conoce como Churunibabi.

A diferencia del real de minas de Nacozari, no serían ya los misioneros, sino los buscadores de minas, quienes, movidos por la ambición del oro y la plata, lograron establecer con facilidad la infraestructura básica para iniciar la explotación minera. Fue así como se fundó rápidamente un pequeño poblado que logró sobrevivir gracias a la riqueza de sus abundantes minerales. Al poco tiempo, las primitivas minas de plata convirtieron a aquella zona en uno de los principales núcleos mineros en la Nueva Vizcaya durante la época del virreinato.  

En la época del virreinato, los metales extraídos de las minas de Sonora, incluyendo las de la zona de Nacozari, llegaron a representar una tercera parte de todo el mineral producido en el noroeste de la Nueva España.

Las antiguas leyendas que aún se relataban siglos después, describían el increíble hallazgo de una rica vena de plata pura que los primeros exploradores encontraron a menos de un metro de profundidad. Los primeros años de explotación fueron épocas de prosperidad y, aunque la bonanza elevó las expectativas, las esperanzas de desarrollo a gran escala se ensombrecieron con los terribles ataques de los indígenas apaches.

A pesar de la amenaza, la estabilidad económica era lo suficientemente atractiva como para dejarla ir a causa del temor a las constantes y violentas incursiones de esta agresiva tribu. La violencia fue, a la par de la riqueza, parte del estilo de vida de los pobladores de Churunibabi durante gran parte de sus primeras décadas de existencia.  

Mineral de Churunibabi Sonora

Los ataques de los apaches y la decadencia de la población

Uno de los más sonados y violentos ataques que se registró en este lugar fue en marzo de 1742, y aunque hubo cuantiosos y considerables daños, los aferrados habitantes se rehusaron a abandonar la explotación y optaron en cambio por establecer sus propios mecanismos de defensa. Tal como sucedió en asentamientos aledaños, los residentes de Churunibabi se vieron en la urgente necesidad de organizar milicias para combatir a los apaches y defenderse de los ataques que cada vez eran más constantes.

A diferencia de otros pueblos de igual tamaño que sucumbieron ante el golpe de los nativos, la comunidad de Churunibabi se destacaba por resistir ante los conatos de saqueo. Las defensas prevalecieron y lograron garantizar en buena medida la actividad minera; pero a pesar de sus múltiples esfuerzos, la estrategia resultó inútil; prueba de ello fue un segundo asalto que se registró dos años después, en 1744.  

Para los habitantes de Churunibabi, la preocupación por los ataques, incendios y robos se convirtió en una constante que amenazaba con detener la vida del poblado. Contrario a otros lugares, donde el agotamiento de los yacimientos obligaba a los residentes a abandonar las minas, en Churunibabi las incursiones fueron los principales obstáculos durante los años de mayor prosperidad. Por su seguridad, y en vista de la poca efectividad de las milicias inexpertas, los resignados habitantes fueron por fin abandonando uno a uno aquel lugar al norte de Nacozari hasta quedar casi en el abandono por el año de 1780.  

Después de que el pueblo de Churunibabi quedara prácticamente en el abandono como sucedió en Nacozari, los pocos residentes que se resistieron a sumarse al éxodo de mineros, se dedicaron a seguir explorando las zonas aledañas con la esperanza, tal vez, de encontrar nuevas vetas o revivir las que se habían perdido. A pesar del riesgo y la adversidad, el esfuerzo de los aferrados pobladores se tradujo en excelentes resultados.

En una ocasión, mientras un grupo de mineros entusiastas recorrían las faldas de los cerros, encontraron una cueva escondida, la cual, dadas las características del boquete, supusieron que era una de las minas perdidas o abandonadas años atrás. 

Nuevos exploradores recorren la zona

A pesar de los riesgos y el peligro, llegaban hasta Churunibabi exploradores y curiosos que venían de distintas partes del país y del extranjero. El prominente diplomático y explorador inglés Henry George Ward, que recorrió la región de Nacozari a principios del siglo XIX, llegó también a Churunibabi, motivado por la historia de la minería en ese atractivo lugar serrano. A su llegada se encontró con el mismo panorama que había visto en el real de minas de Nuestra Señora del Rosario de Nacozari. El antiguo mineral estaba en el abandono. Al igual que los pueblos de la región, había sucumbido ante los apaches. Entre sus observaciones, publicadas en Inglaterra en 1828, Ward se limitó a plasmar que los únicos habitantes del mineral en aquellos años eran tres personas a quienes identificó por sus apellidos: Escalante, Vásquez y Corella.  

Años después, con el empeño y la dedicación que distinguieron a los mineros del siglo XIX, las nuevas generaciones encontraron yacimientos que lograron traducirse nuevamente en una notada riqueza. En la alborada de aquel siglo, las nuevas extracciones se convirtieron en ganancias que oscilaron en 70 mil dólares de la época, equivalentes a «setenta marcos» de plata por cada carga de 300 libras de mineral. Pero a pesar de las crecientes ganancias, los habitantes de apellido Escalante, Vásquez y Corella, que señaló Henry George Ward en 1828, no lograron encontrar las extraordinarias vetas de las que hablaban las antiguas leyendas. A pesar de que habían logrado buenas ganancias, los propietarios dieron por vencidos sus esfuerzos; dividieron entre ellos las ganancias y abandonaron el lugar en busca de nuevas oportunidades. 

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Justo como sucedió con los yacimientos en los alrededores, las minas de Churunibabi pasaron también de mano en mano, siendo extranjeros la mayor parte de ellos, aunque ya en la segunda mitad del siglo XIX, los propietarios que llegaron a la región eran ya de nacionalidad mexicana.

Cuando la empresa minera Moctezuma Copper Company se instaló en Nacozari en los últimos años de la década de 1890, el gobierno federal autorizó los derechos de explotación de varias minas, incluyendo las de Churunibabi. La empresa, por su parte, las arrendó a varios particulares para facilitar su explotación. Para el otoño de 1908, cuando el principal túnel de la mina había alcanzado 152 metros de profundidad, los mineros perforaron inesperadamente una enorme vena de agua que impidió en gran medida las extracciones más profundas. Pero a pesar de que solo se pudo explotar una de las tres principales vetas, la mina logró producir cantidades considerables de mineral.  

Al finalizar el año de 1910, y no obstante algunos limitantes en la perforación, las minas habían arrojado de sus entrañas casi 1,300,000 toneladas de mineral, siendo oro el principal componente. En esas fechas, mientras un grupo de trabajadores intentaba excavar una perforación en las faldas de un cerro se toparon con una macabra sorpresa. Durante las excavaciones encontraron un esqueleto que parecía ser de una mujer, pues tenía aún trozos de un vestido, aretes y anillos de oro. Eran probablemente los restos de alguna mujer española que habitaba en Churunibabi durante la época del dominio español.

La Moctezuma Copper Company y el coronel Norton Hand

Las riquezas generadas a consecuencia del renacimiento de Churunibabi, atrajeron a este lugar a más entusiastas dispuestos a buscar la riqueza. Uno de ellos fue el coronel Norton Hand, un militar retirado de Estados Unidos que llegó hasta Nacozari para trabajar las minas bajo arrendamiento con la Moctezuma Copper Company. En medio de la agitación social causada por la lucha revolucionaria en México, el intrépido forastero se abocó a los trabajos de explotación con una reducida fuerza laboral de cien hombres. Se dice que dentro de una de las cuevas encontraron una apertura de 4.5 metros que contenía grandes cantidades de oro y plata que se convirtieron en ganancias por el orden de los 100 mil dólares tan solo en la producción de plata.

El coronel Hand siguió a cargo de la explotación hasta octubre de 1913, cuando terminaron los contratos de arrendamiento y la Moctezuma Copper Company quedó nuevamente a cargo de la explotación. Ya para septiembre de ese año, la empresa era dueña de siete propiedades mineras en la zona: Santa Margarita, La Tabla, El Gallo, La Estrella, El Pedazo, La Luna y La Pobrecita. Churunibabi se encontraba en la misma área volcánica que Pilares y tenían por lo tanto la misma relación geológica en común. En aquella época la situación laboral era muy distinta a la que prevalecía en Pilares de Nacozari. Los trabajadores en Churunibabi trabajaban por el diario y se les pagaba 2.75 pesos por cada turno de nueve horas y media. 

Ya para 1929, ante la crisis causada por la depresión económica de aquella época, la empresa detuvo la explotación directa de Churunibabi y se hizo cargo de ella un estadounidense de nombre Ralph Stanley Clinch. A pesar de la adversa situación económica, el nuevo encargado de la negociación minera logró generar empleos, fomentando al mismo tiempo, las actividades deportivas entre los habitantes. Clinch se destacó por ser uno de los empleadores más activos en la región, logrando con éxito hacer frente a los efectos internacionales de la crisis de 1929. Mientras estuvo a cargo de las actividades mineras, gestionó la contratación de personal capacitado, logrando con ello obtener los mejores resultados en el proceso de extracción. 

El 10 de noviembre de 1936 la Secretaría de la Economía Nacional
autorizó el funcionamiento de la Sociedad Cooperativa
Mineros Unidos de Churunibabi, S. L. C.

En los tiros de las minas, la infraestructura básica incluía malacates activados mediante motores impulsados con energía eléctrica. Había incluso servicio de agua potable, entre otro tipo de tecnología moderna. En contraste con la infraestructura de Pilares, donde las viviendas de los empleados contaban con comodidades básicas, los pobladores de Churunibabi vivían en pequeñas chozas, en su mayoría provisionales. Gran parte de los mineros eran trabajadores migrantes que no llegaban para quedarse. Los demás vivían en Nacozari y se trasladaban diariamente a pie, en mulas o a caballo.


Churunibabi
Corrido norteño

Autor: Prof. Alberto Silva

Pido disculpas señores
porque canto yo muy mal;
estos versos que compuse
a un bonito mineral.

Churunibabi se llama
los recuerdos no se van;
pues allí pasé mi infancia
y en mente siempre están.

Hoy recuerdo con tristeza
las luces del mineral;
y en mi mente sus destellos
son los que me hacen llorar.

Semblanzas Churunibabi,
imposible de olvidar;
pues murieron muchos hombres,
extrayendo mineral.

Vienen todos los recuerdos
de su cancha de basquetbol;
donde las tardes salía
a pasearme con mi amor.

Churunibabi en la historia
pues tu nombre se anotó
recordando a san Domingo
con su tinta la escribió.

Creciste como el naranjo,
diste frutos a su tiempo;
pero ahora ya estás muerto
esto es lo que más yo siento.

Me tortura tu recuerdo,
y mi corazón mataste;
se acabaron tus riquezas
y abandonado quedaste.

Se acabaron tus riquezas,
hacen falta sus calores;
todos tus hijos volaron
hacia otros sitios mejores.

Aunque pasen los años
nunca te podré olvidar;
los momentos tan felices
que pasé en este lugar.

Con música guapachosa
de un conjunto muy norteño
que haga vibrar mis entrañas
de ese pueblo que quiero.

Palomita mensaje
vuelva por el mundo entero
diles que los esperamos
en el baile del recuerdo.

Ya con esta me despido
por la cumbre de un ciprés;
si les gusta este corrido
se los cantaré otra vez.


Fuentes

Bird, Allen T., Huacal & Churunibabi. Periódico: The Oasis, Nogales, Arizona, 21 de noviembre, 1903. Vol. II, No. 2. Chronicling America: Historic American Newspapers. Biblioteca del Congreso de los EE.UU.  

Camou Healey, Ernesto; Conde, Óscar; Chávez, J. Trinidad; Guadarrama Rocío; Ibarra, Eduardo; Lagarda, Horacio; León Ricardo; Manríquez, Miguel; Martínez, Cristina; Martínez, Lourdes; Peña, Elsa M.; Ramírez, José Carlos; Silva, Carlos; Vidal, Alonso, Historia General de Sonora. V. Historia Contemporánea de Sonora 1929-1984. Gobierno del Estado de Sonora. Hermosillo, 1985. 

El Paso herald. (El Paso, Texas), 19 de octubre 1913. Chronicling America: Historic American Newspapers. Biblioteca del Congreso de EE. UU.

Figueroa, Gustavo Adolfo, Pilares y Nacozari. Reseña histórica. Editorial Garabatos, Hermosillo, Sonora, 2008.  

Moctezuma Copper Company, Acquired 1895 – 1975. Annual Report.  

Mosier, McHerny, Report on Churunibabi Mines of the Moctezuma Copper Company, septiembre, 1913. Nacozari de García, Sonora, México. 

The Mexican Year Book, 1912. Londres, Inglaterra, 1912. The oasis [N.º 549] (Nogales, Arizona), 21 de noviembre de 1903. Chronicling America: Historic American Newspapers. Biblioteca del Congreso de EE. UU.

Ward, Henry George, Mexico, in 1825, 1826, 1827, and 1828. Vol. I. Londres, Inglaterra, 1829. 

Weed, Walter Harvey, The Copper Handbook. A Manual of the Copper Mining Industry of the World.  Vol. XI, 1912-1913. Michigan, 1914. 

______________, The Copper Handbook. A Manual of the Copper Mining Industry of the World.  Vol. XIV. New York, 1920. 

Fotografía de portada: Antigua escuela de Churunibabi
© Abelardo G. Ochoa Anaya

Acerca del autor:

Jesús Ernesto Ibarra Quijada es originario de Nacozari de García, Sonora. Se tituló como licenciado en Ciencias Políticas con énfasis en Historia y Políticas Públicas en la Universidad de Arizona. Cursó la maestría en Traducción Especializada, Jurídica-Económica. Es socio fundador de la asociación Historia de Nacozari de García, A.C. y miembro de la Sociedad Sonorense de Historia. Ha colaborado desde hace más de una década con distintas instituciones locales y nacionales en el rescate, promoción y difusión de la historia de Nacozari de García. Es autor del libro Nacozari de García, Tres siglos de historia y minería (2016).


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