Nacozari de García como rostro visible del porfiriato en el noreste de Sonora

20 de mayo de 2022

Por Jesús Ernesto Ibarra Quijada

«Basta penetrar un paso en la vida diaria campirana» —decía el economista y escritor mexicano Manuel López Gallo—, «…para conocer a fondo la dictadura porfirista; ahí palpita la onda realidad del porfiriato». Era en el campo donde la corrupción, los vicios y el dolor del mexicano se hicieron presente con mayor fuerza. Esa fue y de alguna manera sigue siendo la percepción generalizada que se ha creado en torno a los años del porfiriato. 

En efecto, era en el campo donde se observaba más notoriamente el régimen porfirista, ¿pero qué se puede decir de otros campos? Aquellos donde los estadounidenses dominaban la tierra y donde el mexicano era casi un extranjero en su propio suelo. 

En una época donde se permitió que la riqueza del subsuelo mexicano fuera aprovechada por inversionistas extranjeros, no todos los pueblos compartían las mismas características sociales ni la misma suerte económica. Fueron distintos los escenarios, y aunque el régimen del general Porfirio Díaz favoreció a muchos extranjeros, la participación de las empresas provenientes de Estados Unidos no era igual en todos los pueblos a donde llegaban a instalarse.

Uno de estos lugares —que presentaba un panorama muy distinto a otros pueblos en el noroeste de México—, fue el pequeño pueblo de Nacozari, situado entre las montañas de la Sierra Madre. 

Nacozari de García fue uno de los pocos pueblos en el norte del estado de Sonora donde se reflejó con mayor fuerza la otra cara de la moneda durante el porfiriato. Fue en este pueblo serrano donde se conjugaron con mayor fuerza los factores que dominaron la economía y la sociedad durante el régimen del general Porfirio Díaz. Con la apertura de nuevas oportunidades para las empresas extranjeras que buscaban instalarse en México, el pequeño pueblo de Nacozari recibió el impacto directo del desarrollo económico, materializado principalmente por dos grandes actividades productivas: la minería y la creciente industria ferroviaria. 

La percepción generalizada de México en los Estados Unidos durante aquella época era la imagen de una «magnífica mina» en espera de intereses extranjeros. Por lo menos así lo manifestó el presidente estadounidense Ulysses S. Grant durante su visita a México en 1880. Aunque muchos lo interpretaron en sentido figurado, en Nacozari se observó en forma literal, pues había, en efecto, una magnífica mina que empezaba a abrir paso sin precedentes a la inversión extranjera.

El latifundismo como elemento del porfiriato en la sierra de Nacozari

El latifundismo fue una de las características inconfundible del porfiriato. En Nacozari esto se vio reflejado desde que la Phelps Dodge llegó a la región. En su obra La frontera nómada. Sonora y la Revolución mexicana, Héctor Aguilar Camín describe al Nacozari de aquella época como «una proliferación ubrana en terrenos privados».

En la escritura notarial constitutiva de la Moctezuma Copper Company, por ejemplo, se contemplaron más de 2,261 hectáreas en el noreste de Sonora. La expansión territorial era necesaria, pues así se garantizaba el fácil acceso campos madereros y terrenos de agostadero para la crianza de ganado bovino. La expansión del dominio y el crecimiento territorial de la Moctezuma incluía la compra de nuevos derechos y la negociación de más concesiones para explotar otras pequeñas minas en los alrededores.

De norte a sur y de oriente a poniente, la minera estadounidense fue adquiriendo rápidamente los derechos de explotación de pequeñas minas, así como la compra de amplios terrenos. Una de las primeras adquisiciones —considerada una de las más importantes antes de finalizar el siglo XIX—, se registró en 1897 cuando se realizó la compra del rancho Juárez con una extensión territorial de 4,998 hectáreas hacia el norte del viejo Nacozari.

Dos años más tarde, en 1899 la empresa negoció la compra del rancho San Nicolás de las Calabazas. A tan solo 68 centavos por hectárea, la Moctezuma Copper Company adquirió una extensión territorial que se extendía por 6,832 hectáreas que habría des dedicar principalmente a la crianza de ganado mayor. Fue así como en el ocaso de ese siglo se sumaron más de 11,800 hectáreas adicionales a las que ya estaban contempladas en las escrituras de la empresa. 

La adquisición de terrenos en el noreste del estado continuó durante los primeros años del siglo XX, pues ya para 1910, en el ocaso del porfiriato, la Moctezuma Copper Company se había hecho dueña de nuevas propiedades en la región. En los primeros días de ese año, la empresa compró el rancho San Cristóbal de 784 hectáreas en el pueblo de Cumpas. Los proyectos de expansión siguieron concretándose, y ya para diciembre, la empresa compró cerca de Nacozari un rancho con una extensión territorial de cerca de 50 mil hectáreas que se rodeaban a los ranchos Juárez y San Nicolás, abarcando buena parte del poblado de Pilares de Nacozari. Dos años más tarde adquirió hacia el oriente de Nacozari el rancho el Nogal del Carrizo cerca de Óputo, Sonora. Con ello se agregaron 24,390 hectáreas adicionales al territorio dominado por la Moctezuma Copper Company.

Extensión territorial de la Moctezuma Copper Company
Extensión territorial de la Moctezuma Copper Company en 1925

Rancho Nogal del Carrizo: 24,390.4704 hectáreas

Primera compra: 49,919.8297 hectáreas

Rancho San Nicolás: 9,377.2495 hectáreas

Rancho Juárez: 5,000 hectáreas

Rancho San Cristobal: 783.8802 hectáreas

Cuesta Castillo: 187.3620 hectáreas

Triángulo “A”: 124.9021 hectáreas

Fuente: Archivos Gráficos de la Moctezuma Copper Company. Informe de 1925.

La minería como detonante del desarrollo

Con la llegada de inversionistas y exploradores extranjeros, la región volvió a colocarse en el mapa económico, no solo de Sonora, sino de todo el país. Con el descubrimiento de nuevos yacimientos en la recientemente descubierta mina de Los Pilares, se abrieron nuevas puertas para la llegada de miles de habitantes a Nacozari y pueblos aledaños. Fueron precisamente estos yacimientos los que, a la par de los mineros incansables, formaron parte de la columna vertebral económica de la historia moderna que se habría de desarrollar desde Nacozari en las últimas décadas del siglo XIX. 

La minería en Sonora durante las últimas décadas del siglo XIX no se hubiera desarrollado con la agilidad con la que avanzó sin el impulso que le dio el gobierno federal encabezado por el general Díaz. Las leyes reglamentarias vigentes en la década de 1890 estimulaban la participación de empresas extranjeras en territorio nacional. Para los inversionistas, una simple concesión minera era suficiente para garantizar la inversión de capitales. Durante el gobierno de Díaz, la industria minera se convirtió en una actividad creciente que recibió constantes estímulos del gobierno federal; se modificó incluso el Código de Minería para facilitar la inversión mediante la eliminación de regulación excesiva. A partir de 1892, los cambios a las leyes que regulaban la minería permitieron que los bienes del subsuelo pudieran ser también propiedad privada, incluso pasar a manos de extranjeros. Estas facilidades fueron las que alentaron a la Phelps Dodge a adentrarse en la sierra alta sonorense.

Con la finalidad de facilitar el desarrollo industrial y económico, el gobierno ofreció varios incentivos fiscales a empresas tales como la Moctezuma Copper Company en Nacozari. Un buen ejemplo de ello fue la extensión fiscal por veinte años en los capitales que fueran invertidos en minas y concentradoras, así como en el manejo del mobiliario. Como sencilla condición, la empresa se comprometía a dar empleo a cinco jóvenes en los trabajos de explotación y en el manejo de su maquinaria. La compañía, sin embargo, no se limitó a lo que le presentó el gobierno federal. A diferencia de otros poblados durante la época, la situación laboral en Nacozari era muy distinta. Para el año de 1900, la empresa contaba con cerca de 500 trabajadores, de los cuales 100 eran estadounidenses y el resto de nacionalidad mexicana, es decir, el 80 %. 

Las leyes fiscales permitieron también que la empresa quedara exenta del pago de impuestos estatales y municipales por concepto de la producción de cobre, debiendo cubrir únicamente los impuestos de producción de otros metales como el oro y la plata, cantidades que, en comparación de las toneladas de cobre que se extraían diariamente, eran prácticamente insignificantes.

Políticas laborales en favor del empleado

Las políticas implementadas por la gerencia facilitaban y fomentaban la capacitación del personal mexicano. El régimen laboral era flexible y permitía el avance y crecimiento de los trabajadores al interior de la compañía. Dentro de sus políticas, la empresa extranjera en Nacozari ofrecía oportunidades para que los empleados mexicanos recibieran asensos y aprendieran nuevos oficios en distintas disciplinas. De esta forma, muchos trabajadores de nacionalidad mexicana pudieron escalar y ocupar puestos de mando; y aunque por mucho tiempo, los directivos y empleados en puestos administrativos siguieron siendo estadounidenses en su mayoría, la brecha se fue cerrando, y ya para 1905, tan solo ocho de cada cien empleados eran extranjeros, mientras que el 92 % restante eran mexicanos. 

Para 1908, el 56 % de los empleados eran mineros. Los que trabajaban en el interior de los túneles únicamente eran mexicanos y japoneses, aunque no por eso se menospreciaba su labor, pues, por el contrario, la empresa fomentaba el crecimiento de los trabajadores. Muchos tuvieron la oportunidad de aprender y ascender rápidamente en sus respectivas actividades. La empresa no escatimó esfuerzos en capacitar debidamente a sus empleados, y ello le mereció el reconocimiento a nivel nacional, pues los trabajadores que se especializaron en excavaciones, llegaron a ser reconocidos entre los mejores perforistas a nivel mundial. 

La empresa adoptó ciertas políticas que fomentaban la contratación de empleados mexicanos y minimizaban la intervención de extranjeros. Por si eso fuera poco, los empleados contaban con un incentivo adicional: la concesión que había recibido la empresa en Sonora estipulaba que los empleados quedaban exentos del servicio militar.

El crecimiento de la empresa no era únicamente en cuestión industrial. La Moctezuma Copper Company se empezó a expandir rápidamente en otros aspectos. El crecimiento y desarrollo se extendían, no únicamente hacia los fines lucrativos, sino que permitían un bienestar social para la fuerza laboral. Al depender directamente de la compañía, la vida de los trabajadores giraba en torno a lo que la empresa proporcionaba en cuestión de bienes y servicios, así como las prestaciones laborales que garantizaban un cierto bienestar para las familias de los trabajadores. 

Era tal el apoyo que la Moctezuma ofrecía a su fuerza laboral, que para el año de 1910 contaba con cerca de 5,000 cabezas de ganado bovino, cantidad que incrementó exponencial en los años siguientes. Para 1923, por ejemplo se contaba ya con más de 11 mil cabezas de ganado incluyendo toretes, vacas, vaquillas, becerros y toros finos. Con ello, la empresa se daba el lujo de garantizar el constante abasto de provisiones para los empleados, y a su vez asegurar el control e influencia sobre el trabajador desde el área de trabajo hasta el interior de su hogar.

En su libro Jesús García, El héroe de Nacozari, Cuauhtémoc L. Terán describe así la interacción entre la empresa y la fuerza laboral:

«…la Moctezuma proveía las exigencias de sus trabajadores de la cuna a la tumba, pues en la tienda de raya se podía adquirir con cargo a la cartera, cajones de muerto, y en casos de enfermedad había un moderno hospital con excelentes médicos…»

La condición social y económica permitió que existiera en Nacozari un clima de paz y tranquilidad, que en comparación de otros centros mineros, era algo poco común en aquella época.

En enero de 1907, por ejemplo, después de haber dado a los trabajadores buenos regalos en la Navidad del año anterior, la Moctezuma Copper Company tomó una decisión que pocas empresas se atrevían a hacer. Al iniciar el año, se aumentó el sueldo de los trabajadores sin que ellos lo hubiesen solicitado. La política laboral de la empresa estaba enfocada en ofrecer el mejor ambiente para sus empleados. 

Al poco tiempo, la Moctezuma Copper Company se convirtió en un ejemplo que reflejaba la política del gobierno federal en el fomento minero. Las distintas acciones llevadas a cabo fueron también resultado del proyecto de colonización que impulsaba el gobierno del general Díaz. Fue tanto el nivel de desarrollo que generó la inversión de capital extranjero en la producción minera, que rápidamente se detonó la generación de empleos. En poco tiempo se rebasaron las expectativas del gobierno federal en cuanto al desarrollo y crecimiento económico.

Nacozari volvía poco a poco a resurgir del estancamiento causado décadas atrás por el abandono de sus habitantes. Gracias al empeño y el esfuerzo que empezaba a realizar la Moctezuma Copper Company —aunado al trabajo arduo y dedicado de su fuerza laboral durante la primera década del siglo XX—, Sonora se convirtió en el principal estado productor de cobre en México, logrando aportar el 90 % de la producción total del metal rojo a nivel nacional.

Iniciaba así la transformación total de aquel desolado lugar que había permanecido abandonado durante gran parte del siglo XIX. El capital extranjero facilitó rápidamente la explotación avanzada y a gran escala, así como el descubrimiento de nuevos yacimientos mineros en la región. La riqueza y la bonanza sonreían de nuevo. 

La compañía del ferrocarril de Nacozari en el contexto mexicano

Para el año de 1880, el gobierno mexicano había otorgado ya 28 concesiones ferroviarias en 20 estados de la República. En este contexto, con las facilidades otorgadas por el gobierno federal, se pudo construir sin dificultares una vía del ferrocarril desde Douglas hasta Nacozari. 

El 16 de agosto de 1899, el gobierno federal otorgó a la recientemente fundada Compañía del Ferrocarril de Nacozari una concesión para que —por su cuenta o por medio de terceras organizaciones constituidas por la misma empresa—, llevara a cabo la construcción y explotación hasta por 99 años de una línea de ferrocarril que iniciaría en la frontera con EE. UU. y llegaría hasta el poblado de Nacozari. Se le permitía también la prolongación de dicha vía en dirección sur hacía el río Yaqui, pasando por el valle del mismo nombre y terminando en algún punto del mismo río o en algún otro lugar que desembocara en el golfo de California. 

Dos años más tarde, en otro proyecto en otro punto del estado, la famosa minera Cananea Consolidated Copper Company había recibido en 1901 una concesión similar para construir una vía férrea desde Cananea hasta Topolobampo, Sinaloa, con la opción de extender la línea al norte del río Yaqui con un ramal hacia Nacozari. El pueblo empezaría a contar con nuevas y ágiles vías de acceso que lo comunicarían con el extranjero y con el resto del país.

El desarrollo empezaba a tomar nuevas dimensiones. En enero de 1904, la revista estadounidense The Official Guide of the Railways anunció en Nueva York que el ferrocarril de Nacozari quedaría concluido y listo para entrar en operaciones a partir del 1.º de abril de 1904, pero no sería sino hasta casi dos meses más tarde cuando se registrara en la historia la llegada de las vías del ferrocarril hasta el corazón de Nacozari. Los periódicos nacionales de la época anunciaron la histórica noticia: el jueves 26 de mayo de 1904 llegó hasta el corazón del pueblo la vía ancha del nuevo ferrocarril en Sonora. Con el inicio de las operaciones ferroviarias iniciaba en Nacozari un nuevo capítulo en su historia. 

Para el mes siguiente, con el arribo de la primera máquina y sus furgones, se dio por inaugurado el trayecto de 123.2 kilómetros que cruzaba majestuosamente los valles y montañas desde Douglas hasta la serranía de Nacozari. 

Francisco García y Alva, en su obra México y sus progresos, álbum directorio del estado de Sonora, publicada en la década de 1900, describe así el paisaje que daba la bienvenida a quienes llegaban en tren a Nacozari:

«Y se pasan puentes y precipicios y arroyos y ríos, y cuando se ha internado el convoy hasta sentirse el agradable viento de la montaña, se lanza la imaginación a las cumbres de las opuestas sierras coronadas de elevados pinos y a las profundidades del espacio veladas por altas y aljofaradas nubes».

Después de casi dos siglos de abandono y decadencia, la región de Nacozari volvía a recuperar la gloria perdida; lograba transformarse nuevamente en un atractivo mineral con grandes oportunidades de crecimiento económico para el estado. El impacto industrial causado por el moderno método de transporte convirtió al ferrocarril de Nacozari en uno de los sistemas ferroviarios de mayor importancia en la entidad. Con las facilidades que ofrecía este medio de transporte, Nacozari se transformó en un punto obligado para los empresarios y comerciantes de la región que buscaban comercializar con el extranjero.

Los pequeños empresarios dueños de propiedades mineras en las proximidades de Nacozari hacían uso del ferrocarril para transportar sus productos en la zona y en el extranjero. Los dueños de las pequeñas minas en los distritos de Moctezuma y Sahuaripa enviaban hasta Nacozari recuas de mulas cargadas con mineral para ser embarcado hacia Estados Unidos, donde era procesado en las fundiciones de Douglas, Arizona y El Paso, Texas. 

Conclusiones

Durante el ocaso del porfiriato, en Nacozari de García se conjugaban los elementos más distintivos del gobierno y las políticas del presidente Porfirio Díaz: el latifundismo, la minería y el ferrocarril. Más allá de otros elementos de modernidad de la época, como la llegada de la electricidad, el telégrafo y otros medios de comunicación, fue el desarrollo minero y ferroviario lo que convirtió al pequeño pueblo minero de Nacozari en un ejemplo visible del pofiriato en el noreste de Sonora.

Aunque no estaba ajena a situaciones laborales adversas o a inconformidades distintas entre los empleados mineros, la población nacozarense de aquella época vivía en general una paz social y una tranquilidad laboral sin paralelo. A diferencia de lugares como Cananea, Sonora o Río Blanco, Veracurz, donde las huelgas y los brotes de violencia causaron gran desestabilidad y caos social, en Nacozari reinaba la paz y el contento social. Fue quizas la experiencia de la empresa Phelps Dodge, que tenía ya más de seis décadas en la industria minera, lo que le ayudó a los directivos a invertir lo necesario para brindarle a los empleados un ambiente laboral que mucho contrastaba con otros puntos mineros del país.

En Nacozari no se registraron incluso inconformidades con el gobierno que presidía el general Díaz; de hecho al estallar la revolución de 1910, no se registraron en Nacozari de García movilizaciones armadas en contra del régimen. La actividad ferroviaria y las actividades mineras, que se traducían en buenas condiciones para los habitantes, hicieron del pueblo en un lugar muy distinto al panorama generalizado que se tiene del porfiriato. 

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Acerca del autor:

Jesús Ernesto Ibarra Quijada es originario de Nacozari de García, Sonora. Se tituló como licenciado en Ciencias Políticas con énfasis en Historia y Políticas Públicas en la Universidad de Arizona. Cursó la maestría en Traducción Especializada, Jurídica-Económica. Es socio fundador de la asociación Historia de Nacozari de García, A.C. y miembro de la Sociedad Sonorense de Historia. Ha colaborado desde hace más de una década con distintas instituciones locales y nacionales en el rescate, promoción y difusión de la historia de Nacozari de García. Es autor del libro Nacozari de García, Tres siglos de historia y minería (2016).


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