La cuesta del castillo: reseña histórica
27 de enero de 2022
Por Jesús Ernesto Ibarra Quijada
«Al otro lado de un profundo arrollo, entre frutas y flores, esbelta y gentil, se asienta una magnífica finca de blanquísima piedra labrada que parece como por encanto llevada de una ciudad al corazón de la montaña…» Con estas poéticas palabras el historiador Federico García y Alva describió en 1907 la hermosa y elegante residencia escondida entre los cerros que rodean a Nacozari.
La imponente residencia fue edificada entre 1898 y 1899 por Francis «Frank» Marion Watts, un inglés naturalizado mexicano que se dedicaba a actividades mineras en el norte de Sonora y que habitó el inmueble junto con su esposa, la señora Guadalupe Ruiz de Watts. Su construcción sobre una loma a un costado de un arroyo hace de este hermoso lugar un encantador panorama adornado de viñas y árboles frutales. Celosamente escondida entre cerros y cañadas, la casona de piedra fue el inmueble que albergó por algún tiempo las oficinas centrales de la compañía minera The Sonora Land and Mining Company durante los primeros años del siglo XX.
Durante sus años como sede de la empresa minera, se controlaron desde ahí las operaciones de 84,000 hectáreas de tierras de agostadero en Arizpe, 400,000 en Moctezuma y 117,000 en Sahuaripa. Quienes buscaban invertir en buenos negocios llegaban hasta el castillo para ponerse en contacto con las autoridades de dicha empresa.
Watts habitó en su residencia durante algunos años de la década de 1900 hasta que decidió venderla a la Moctezuma Copper Company, la cual, a su vez, la vendió a la Iglesia Católica quien, bajo la administración del presbítero Jesús Alba Ávila, se rentaba a algunas familias. En enero de 1909, la Moctezuma adquirió cerca de 80 hectáreas de terreno alrededor del inmueble a efectos de contar con acceso al agua y evitar posibles conflictos con el derecho de vía del ferrocarril.
Entre 1926 y 1929, durante la guerra iniciada por el gobierno del general Plutarco Elías Calles contra el clero católico, el pueblo mexicano vivió en carne propia las escenas de otra inquisición en pleno siglo XX. Ante el asesinato de sacerdotes y el cierre de templos, el edificio se convirtió en un escondite perfecto para los religiosos que buscaban ofrecer los sacramentos y atender a la feligresía.
En diciembre de 1935, el obispo de Sonora, don Juan Navarrete y Guerrero trasladó a la Cuesta del Castillo en Nacozari de García su seminario clandestino después de abandonar el campo Los Ciriales en lo más alto de la Sierra Madre Occidental. A su llegada a Nacozari de García lo recibe un grupo de seminaristas y continúa con la formación de nuevos sacerdotes durante el periodo de persecución religiosa en Sonora.
«La cuesta del castillo, con sus anchas paredes de piedra labrada y sus amplios corredores es, hasta la fecha, un punto de interés muy conocido en la región de Nacozari, Sonora, México».
Texto publicado en el diario Douglas Daily Dispatch
18 de junio de 1938 | Douglas, Arizona
Para 1939, y ya concluida la guerra, el padre Alba vendió el inmueble en 10,000 pesos a un mestizo chino de nombre Tomás Grijalva, quien, lejos de preservarlo debidamente, empezó a vender los techos. Tiempo después, ante una crítica situación económica, empeñó la propiedad al señor Gustavo Vásquez Gudiño, quien se quedó con aquel lugar ante la imposibilidad de que Grijalva pudiera recuperar la posesión.
A la fecha, la cuesta del castillo sigue siendo un simbólico edificio histórico que encierra dentro de sus paredes más de un siglo de historia, y al igual que en los primeros años de su construcción, el inmueble sigue siendo una importante atracción para las nuevas generaciones.
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