Historia breve de la mina de Pilares de Nacozari
16 de mayo de 2022
Autor desconocido (ca. 1998)
En el ocaso del siglo pasado, la fortuna le sonrío a carcajadas a Nacozari. Los atapascanos no serían ya un problema, lo que de suyo era formidable regalo y además, los mineros acababan de hacer un importantísimo descubrimiento. Los picos y las palas de los eternos buscadores de minerales habían quitado la cáscara de tierra y dejado al descubierto lo que sería el pilar del orgullo minero de la región. ¡Habían descubierto el manto cuprífero de Pilares! La noticia voló por los picos de los cerros y sus ecos llegaron a todos los rincones de la República Mexicana. Entonces el pueblo empezó a engordar.
La fortuna empezó a pintar cuando una pequeña empresa proveniente de Nueva Jersey en los Estados Unidos, compró varias minas pequeñas en las inmediaciones de Nacozari. Adoptó en su razón social el nombre del río Moctezuma y se denominó Moctezuma Concentrating Company, o Concentradora de Moctezuma. Por espacio de una década, esta organización intentó consolidarse en la región, pero los vaivenes en los precios de los metales, así como la baja productividad, obligaron a sus dueños a traspasar mediante una modesta operación mercantil, sus derechos a la familia de Meyer Guggenheim y sus siete hijos. Esta familia, que después participó en la fundación de la prestigiosa Asarco, Inc., había dejado todo un legado de sabiduría a los futuros mineros.
Año tras año, la prole de Meyer Guggenheim trató de hacer brillar la bonanza en el manto cuprífero de las minas de Pilares, con resultados poco alentadores. Pero si la ausencia de la bonanza era pertinaz y cruel, la perseverancia y el carácter de la familia Guggenheim eran simplemente templados con buen acero. Con la misma paciencia que los pasos de las mulas de carga, asimilaron los años de números rojos y lucharon contra todo. Finalmente, la ruda realidad se impuso ante los costos elevadísimos de producción y Guggenheim tuvo que vender.
Ya no son los tiempos de los españoles, en la que la mano de obra era prácticamente gratuita. Ni se trata de lavar tierra en las cuencas lacustres, ni de soñar con oro a flor de tierra, o riquísimas vetas de plata nativa. Ahora son otros tiempos; si se quiere obtener riqueza, primero hay que invertir y en grande, porque ha llegado la hora de pensar en otro concepto de minería; el triturar y moles grandes concentraciones de minerales, que además hay que fundir, lo que suma costo tras costo en la medida que el proceso avanza.
De cuanto en cuanto, algún iluminado de la suerte encuentra un pequeño filón de otro o plata y también algún gambusino perdido en la sierra da con algún riachuelo no pospectado y las pepitas de otro le regalan una buena temporada de vino, mujeres y canto. Sin embargo, estos tiempos poco a poco se pierden en el horizonte de la historia.
Ahora se trata de otra cosa; se trata de tomar la minería en serio, ya que no se val pensar en quimeras bañadas de oro y plata, ahora hay que dedicase a trabajar con ahínco, ser inventivo y curioso. Como el oro a flor de tierra se ha terminado, es necesario buscarlo incrustado en la tierra y las rocas, pero con otra fórmula química, no visible al ojo humano, sino convirtiéndolo física y químicamente a partir del calor y otros menjurjes que poco a poco se irán haciendo más populares e indispensables.
La llegada de nuevas inversiones detonaron el crecimiento
Así pues, Phelps Dodge adquiere los derechos para explicar Pilares de Nacozari mediante una transacción que consistió en pagarle a la familia Guggenheim solamente los dólares perdidos en los últimos años de explotación. Para tal efecto, se funda la empresa Moctezuma Copper Company, encabezada por el eminente metalurgista, el Dr. Louis Ricketts, a la sazón ingeniero consultor de la Phelps Dodge.
Ricketts sabía el potencial de Pilares, así que desveló sus esfuerzos por modificar y hacer productiva la prometedora mina. El pequeño de los Guggenheim y el deficiente auxilio de la tracción animal fueron sustituidos por una concentradora con capacidad para procesar quinientas toneladas diarias, utilizando motores de vapor que quemaban leña como combustible para mover las bandas de los generadores de energía eléctrica.
Por si fuera poco, los incansables prospectadores hicieron más ambicioso el proyecto cuando localizaron bajo sus piquetas nuevas reservas de minerales, y el pintoresco pueblo comenzó a cambiar su imagen. Las viejas torres de madera del malacate de los antiguos dueños han sido sustituidas por estructuras de hierro armado con fuertes remaches y las canastillas, al igual que los cables, son también de hierro.
En la enorme hoya que se sitúa al sur de la mina y a escasos metros de la torre del malacate, se empiezan a conformar las líneas de las viviendas de los mineros. El proyecto es vigoroso y grande, tanto que para la época es un sueño. Mas si se considera que los mineros tradicionales han vivido por centurias en casuchas y sin los más elementales servicios y peor aún los gambusinos, que como ermitaños, duermen a la intemperie y comen lo que sus fusiles de un solo tiro les pueden proveer.
Una vez que la operación se estabilizó, los concentrados de cobre se transportaban en grandes carromatos de ocho pies de altura jalados por mulas. El convoy, compuesto de tres a cuatro unidades, transportaban de cinco a cinco y media tonelada de concentrados de cobre, hacia la fundición.
En cuanto a la tecnología de operación, es por supuesto el último grito de la moda, impuesto por el Dr. Ricketts, que ha demostrado con creces sus habilidades de metalurgista. Incluso habría de ser uno de los pilares de la técnica en el incipiente mundo de la metalurgia.
Durante el año de 1904 se terminó el último tramo de la vía del ferrocarril que uniría a Nacozari con Agua Prieta y Bisbee, Arizona. Este vino a modificar sustancialmente los métodos de transportación y los viejos carromatos fueron sustituidos por locomotoras y vagones de hierro.
Pese a todas las adversidades que provocó la Revolución Mexicana, durante 1917 vieron la luz al desarrollo las minas de Churunibabi y la antigua Caridad, que con los vaivenes políticos de la época estuvieron en bonanza durante muchos años.
En el año de 1918, las operaciones de The Moctezuma Copper Company estaban prácticamente en orden. La situación política y social en México había entrado en una calma absoluta. Así pues, el manto cuprífero de Pilares arrojó de sus entrañas la cantidad de 45.1 millones de libras de cobre. Todo apuntaba a la bonanza plena, pues durante se año, los geólogos ensancharon el área de minado con las nuevas reservas recientemente descubiertas.
El primer cierre de operaciones y el éxodo inesperado
Pero, como en muchos ejemplos de la minería, la bonanza habría de ser esta vez como la gloria: intensa, pero efímera, porque en 1919 hubo que reducir la producción de 27.9 millones de libras de cobre. Durante 1920, las drásticas bajas en los mercados internacionales del cobre, tambalearon severamente a la compañía y el 15 de abril de 1921, las operaciones se suspendieron definitivamente. Así fue como el primer éxodo hizo su presencia. Los hombres volvían los ojos atrás de sí para ver, quizá por última vez, el entrañable lugar.
Atrás quedaban todas las comodidades creadas por la extraordinaria familia Douglas. Desde el viejo fundador, hasta el último de los vástagos se preocuparon por crear un ambiente social y económico bastante difícil de olvidar.
En Pilares quedan medio abandonadas las instalaciones y solo algunos empleados emergentes y sus familiares deambulan por el excelso lugar. La plaza de toros está vacía y a la iglesia solo unos cuantos feligreses acuden a la misa dominical. La comisaría solo atiende asuntos de menor cuantía y la cárcel está vacía de los clientes consuetudinarios, que en los domingos de mezcal y música iban a parar para ser castigados con la fajina semanal. En la escuela solo unos cuantos chiquillos escuchan silenciosamente la cátedra de maestros y el pueblo empieza a sufrir de noche las características de un pueblo mudo y silencioso.
Finalmente, la señal se produce en 1923, cuando el telégrafo humano transmite la señal de que Nacozari y Pilares los esperan de nuevo. Y allá van otra vez. Las máquinas perfectamente aceitadas funcionan de nuevo como si estuvieran nuevecitas y la producción alcanza la formidable cifra de 40.7 millones de libras de cobre al año. Los hombres dicen en su rostro ¡eureka! (lo logramos), y tanto Nacozari como Pilares vuelven a estrechar en su seno a los mismos hombres, a las mismas mujeres y a los mismos niños, solo que ahora, con más cariño. Porque los que han vuelto lo miran todo como aquellos que hubieran sido echados por un conquistador y ahora vuelven a besar el terruño entrañable.
En 1929, ahora durante la administración de Walter Douglas, la empresa empezó a sufrir en los costos, las regulaciones tributarias y laborales del régimen gubernamental mexicano.
Comunicado de la empresa minera con relación al paro de 1931
A todos los empleados de The Moctezuma Copper Company, S.A.
Las condiciones del mercado del cobre y del precio del metal han venido a ser tan deplorables, que se ha hecho necesario suspender las operaciones en Nacozari de García, Sonora y Pilares de Nacozari.
Las operaciones en los salones de la mina cesarán después del 21 del presente mes, y una suspensión completa de todos los trabajos seguirá tan pronto como sea posible, después de esa fecha.
Nadie siente la necesidad de esta decisión más que la Gerencia y la Mesa Directiva.
Todo el esfuerzo ha sido hecho para reducir los costos a tal grado que la continuación de las operaciones pudiera estar justificada, pero el rápido descenso del precio del cobra hasta su nivel más bajo en la historia, ha hecho imposible seguir trabajando.
Esta compañía reconoce la espléndida cooperación que ha recibido de todos los empleados y de los oficiales del gobierno, y desea aprovechar esta oportunidad para expresar su agradecimiento a todos ellos por su buena ayuda que se le prestó. Sin esta cooperación no hubiera sido posible continuar las operaciones por tanto tiempo como lo ha hecho.
P. G. Beckett
Vicepresidente y Gerente General
Pilares de Nacozari, Sonora
Septiembre 15 de 1931
Luego, en 1949, después de una modesta presencia en los mercados del cobre, la empresa se vio amenazada por la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Y aunque Metals Reserves Co. pactó con The Moctezuma Copper Company el deshojamiento de la mina y la compra total del cobre a cambio de una pequeña utilidad, el pacto se vino abajo cuando Metals Reserves Co. prefirió convenir con el mercado del zinc.
El paro definitivo que marcó el fin
Después de 1948, la empresa anunció anunció que las reservas de cobre solo durarían dos años más y que las operaciones se concentrarían solo a la lixiviación, la cual duró hasta 1960, en que la empresa produjo 17.6 millones de libras de cobre al año. Entontes, las crecientes bajas en los precios del cobre y la incosteabilidad de las operaciones obligó a The Moctezuma Copper Company a informar a Phelps Dodge el cierre definitivo del gigante cuprífero del noreste sonorense.
Pero el alma de aquellos, que agradecidos con la tierra que les dió sustento y cobijo, se arraigaron hasta hoy en día, al regresar al pueblo en ruinas año tras año para vestirlo con luces, música y algarabía, disfrutando del areito nocturno bailando al son de la gran Pilareña de don Silvestre Rodríguez, con algún fantasma que aún se niega a dejar esta tierra llena de misterio y magia.
La mayoría de los hombres se fue en definitiva y solo algunos cuantos con sus familiares siguieron fieles a la tierra. Quizá entre ellos hubiera algún gene ópata lejano que los anclara a la tierra, o tal vez el amor a la pequeña patria, fuera tan grande que los jalara como un poderoso eje gravitatorio.
Así las cosas, hubo que esperar hasta que en 1968 se iniciaron los trabajos de prospección auspiciados por las Naciones Unidas, que habrían de dar a uno de los más importantes mantos cupríferos en el mundo entero; cosa que vino a formar el renacimiento del orgullo minero de Nacozari.
Texto publicado en la revista Ecos de La Caridad
N.º 72, Agosto-Septiembre 1998
Grupo México. Mexicana de Cobre
Fotografías de portada © Ernesto Ibarra