Petición de los habitantes de Nacozari, 1718
1 de agosto de 2023
Pedimento de parte de los vecinos de Nacozari para que el juez general investigue al capitán Álvarez Tuñón y Quirós por su gran cúmulo de minas, su injusta distribución de los indios y el abandono de sus obligaciones militares.
Los vecinos mineros, labradores y criadores de ganados, muladas y caballadas de los reales de minas de Nacozari, Montegrande y Bacanuchi y Fronteras y antemurales a los enemigos comunes que invaden esta provincia de Sonora, que abajo iremos firmados, parecemos ante vuestra merced en la mejor vía y forma que haya lugar en servicio y derecho real, y al nuestro y bien común convenga, representamos a vuestra merced en atención de haber venido por juez general para el remedio de esta provincia. Suponiendo traerá la superintendencia en lo militar, como la ejerce en lo político.
Y siendo esto así, representamos a vuestra merced en como desde el año de 1708, en que entró por capitán de la compañía volante de esta provincia el general don Gregorio Álvarez Tuñón y Quirós, siempre le han faltado plazas de soldados. Ora sea par faltarle avíos, o por la inopia, despueble y falta de vecindad a que ha llegado esta miserable provincia. Y no obstante, en discurso de este tiempo hasta el presente que ha tenido ya cuatro, ya seis, diez y once plazas menos, ha borrado plaza a algunos soldados veteranos, y de estos sin suplir con otros han quedado vacantes; y de otros, poniendo en su lugar muchachos sin experiencia militar. Y en ocasiones, algunos de los existentes, por necesidad extrema a que llegan de armas ofensivas y defensivas, vestuario y sustento, les compelió a unos vender sus caballos, a otros deshacer los haces de las cueras para hacer de ellos medias, calzones, armador[es] y mangas para tapar, por falta de camisas, sus desnudas carnes. Y algunos sin arcabuces, espadas ni otras armas, e ineptos para el real servicio y aún descalzos.
Y desde el año de 1712 en que el dicho capitán despobló su casa del real presidío, retirándose a vivir al real nuevo de Nacozari con la ocasión y aplicarse al tráfico de minas. Divertía algunos soldados en barreteros, maseros, guardamina, y otros a su lado para cuidarle así sus bestias, como despacharlos de correos al Parral par yerros [hierros] y azogues, ya otras agencias concernientes al dicho emplea remetálico, con descuido notable de hacer campañas, e ir en busca de los enemigos, y obviar las daños de muertes y robos de bestias que hacen a la afligida vecindad. Por lo que debía hacer en cada un año dos o tres campañas, y corredurías [correrías] los meses o lunas según urgiere la necesidad como en lo primitivo de la erección se hacía.
Y aunque dicho capitán oía los clamores de llevarnos nuestras bestias y pobreza que teníamos, para el tráfico de la minería, y podía condolerle la obligación que le incumbe y restituirse al presidio, antes si se ausentó a residir al real de Basochuca, distancia mas retirada, en donde compró y denunció varias minas y en él fabricó una hacienda de fundición y afinación para el beneficio de sus metales, llevando a los vecinos de aquel real sus bestias los enemigos. Y no contento con tanto afanar, el año de 1776, compró al capitán don Joseph de Aguirre sus minas y mortem de dos cabezas, con parte de la gente de servicio la cual por ser tan poca y aún con daño, extorsión y atrasos de las demás mineros, causa pública ya bien común de autoridad, y siendo una temporada actual juez, preciándonos de la distribución de la razón y justicia.
No obstante, por súplica de la vecindad, pagando correos y costos, expidió el Excelentísimo Señor Duque de Linares, virrey en la ocasión de la Nueva España, un tan plausible cuanto ajustado despacho para el repartimiento de tapisques para minas y labores a todo el común. A que sobre no haberse dado cumplimiento, se los afió todos para suplir la falta de gente y moler los metales en su mortero, que previamente se repartía al común de los que salen de los pueblos de Óputo, Huásabas, Huachinera, Santa María, San Miguel, Chinapa y Arizpe. Que estos últimos siendo asignados desde las tiempos antiguos para minas y labores de Bacanuchi, distante nueve leguas, los quita a su vecindad y saca para este mortero que hay diez y ocho de tierra de riesgo, contraviniendo a tres reales provisiones de su alteza, la real hacienda de Guadalajara, que prohiben el repartimiento de ellos a mortero, dejando pereciendo a un común, porque un individuo viva, cuyo capitán, es tanto su afanar, que no contento con lo expresado el año pasado y el presente, compró otra mina en el real de Motepori y otras tres del nuevo descubrimiento de las Lajas y Cerrogordo, distante estas 47 leguas del real presidío y fronteras de su cargo. Y finalmente está tan divertido en tanto cúmulo de minería que tiene que atender, que continuamente anda vagando a unas y otras partes, en que se deja entender. ¿Cómo podrá atender a la precisa obligación del presidio de su cargo ya la guarda y custodia de esta provincia?
Mayormente acompañándole a su persona en estas agencias algunos soldados, y otros cuidándole las muladas de sus haciendas, ni cómo poder su teniente del presidio, el capitán Juan Bautista de Escalante, atender a campañas, ni a reprimir los robos e insultos de los enemigos, con solos [sic] 47 soldados que al presente están alistados en la dicha compañía. Los ocho de ellos haberlas asentado desde el mes de enero de este presente año, así después que vuestra merced entró en esta provincia hacer la visita general en que actualmente esta entendiendo, como de haberle venido la memoria de ropa para su avío, en que si antes de su arribo hubiera podido vuestra merced empezar dicha visita por el presidio, hubiera hallado así la diminución de las once plazas, como la desnudez y desarmamento. ¿Y los soldados que están fuera de la plaza de armas, acompañándole en sus agencias y ministerios, cómo podrá dicho teniente con mencionado presidía, dejar guarnecida la plaza, caballada, y sobrarle gente para salir a facción alguna, de seguir las bestias que nos llevan del tráfico de la minería? En que redunda en daño del real haber y nuestro. Y considerando y temiendo, como católicos cristianos y fieles y leales vasallos de su majestad, los insultos, muertes y robos, y que abandonen, en lo de adelante, esta provincia y cristiandad y que no lleguen a quemar y profanar los templos, vasos e imágenes sagradas, como en los tiempos pasados ha sucedido en esta provincia. Y se pierdan estos dominios y le cueste a su majestad, para su recuperación, millones como en la pérdida y restauración del Nuevo Mexico, que ha tenido tan excesivos gastos sin más útil que su ardiente y real celo de la salvación de las almas.
Y en esta provincia en mencionado que tiene tantos gastos en tan pía causa, cuadraban los provechos y reales cuentas para su manutención. En que por tan gran descuido y poco fomento que tienen de indios tapisques, la poca vecindad que ha quedado les urja la extrema necesidad al despueble, pues desde ahora años, que habrá dos mil vecinos entre muertos y los que han despoblado, retirándose a provincias distantes, al presente apenas habrán quedado como trescientos moradores en provincia de mas de cuatrocientos leguas de vox [vos]. Y esto en varias partes divididos e indefensos sin poderse ayudar ni dar la mano en un frangente repentino que aun en los domésticos puede acaecer. Y antes que esto suceda pedimos, rogamos y suplicamos a vuestra majestad, con la sumisión y acato debido, que para poner el remedio conveniente, se ha de servir examinar así a vecinos, mercaderes, como a otros de los ranchos y fronterizos de esta jurisdicción, y aun a los soldados, si es verdad lo que llevamos representado, extendiéndose las preguntas a lo que omitimos. Y sabrán y declararán dichos testigos e ínterin de estas diligencias, darnos testimonio con lo a él proveído, para quien todo tiempo conste haber denunciado con tiempo, y en tiempo, como anhelantes del real servicio y para en guarda de nuestro derecho.
Para todo lo cual, a vuestra merced pedimos y suplicamos provea y mande al tenor del pedimento. Protestando como protestamos con uniformidad los daños, atrasos y menoscabos de abandonar con nuestras pobreza y minas para defender el útil real, bien común y causa pública, en que sea a costa de culpados. Y juramos en debida forma este pedimento no ser de malicia sino deseosos de alcanzar la razón y justicia. Y en lo necesario, imploramos su auxilio y rectitud de vuestra merced. Vale.
Juan de Arvizu
Juan Mateo Manje
Agustín Pérez Granillo
Nicolás Granillo
Francisco Javier Barcelón
Francisco Pacheco
Cristobal de León
Juan de León
Cristobal de Ochoa
Felipe del Valle
Archivo General de la Nación. Archivo Histórico de Hacienda, 278, N.º 11
Gregorio Álvarez Tuñón y Quirós nació en Valladolid, España el 10 de diciembre de 1678. Llegó a Sonora en 1702, y para 1708, su tío Jacinto de Fuensaldaña, lo dejó a cargo como teniente y segundo jefe de la compañía del presidio de Santa Rosa de Corodéhuachi, hoy Fronteras, Sonora; llegando finalmente a ser alcalde mayor de la provincia de Sonora dos veces, una en 1712 y de nuevo en 1719, así como capitán del presidio de Fronteras de 1725 a 1726. Un personaje políticamente polémico, se retiró en la Hacienda de Jamaica, de su propiedad y cerca de la actual Cumpas, Sonora en 1728 y finalmente murió a causa de la peste un año después, siendo sepultado en la iglesia del desaparecido pueblo de San Juan Bautista.