La cuesta de la empelota
20 de febrero de 2022
Por Eduardo Aguilera Schauferberger
«Sí, ingeniero, sí es cierto; tenga cuidado, si la ve, no se vaya a detener; al contrario, acelere y aléjese lo más rápido que pueda que es el mismo diablo», decía el ayudante a cualquier ingeniero recién llegado al proyecto de exploración minera en Pilares, Sonora, durante los años 70 del siglo pasado.
Él ya había oído decir, en la cantina, la historia de la bella mujer que se aparecía desnuda, de noche, en la cuesta del camino de tierra que unía a Pilares de Nacozari con Nacozari de García. Frente al vehículo, y visible con los faros, estaba una bella mujer desnuda pidiendo ráite, aventón, botella o auto-stop como se dice en el norte del país, en la Ciudad de México, en Cuba y en España, respectivamente para pedir ser llevado gratis.
Pilares, desde entonces pueblo fantasma, estaba más lleno de leyendas que de fantasmas. ¿Pero, cuál es el origen de las leyendas? Una hipótesis es que se originan a partir de hechos reales y se van deformando al narrarse de persona a persona, donde cada quién va agregando algo de su inventiva. El cambio mágico se produce al pasar de una generación a otra, cuando los personajes de la historia ya están muertos o fuera del pueblo, y ya no pueden desmentir al narrador.
La leyenda completa que se contaba en esa época era que si el desprevenido conductor se detenía para ofrecer raite a la bella dama desnuda, esta se subía al vehículo y daba las gracias con linda sonrisa seductora y movimiento provocativo de senos. El caballero del volante se olvidaba de inmediato que era caballero y pensaba tener una aventura sexual al momento. Volvía la vista a su acompañante pero esta había desaparecido. La impresión recibida le hacía perder control del volante; el vehículo más sorprendido que el frustrado conductor, se salía del camino dando tumbos y maromas hasta quedar parado arriba de un huisache.
A comentar esta interesante y erótica historia con uno de los viejos mineros sobrevivientes al cierre de la mina de Pilares, desterrado desde entonces a Agua Prieta donde encontró trabajo, nos contó el origen del mito: En esa época, cuando Pilares estaba en buenas, es decir, había trabajo y menos que más tranquilidad económica, había un joven medio loco que llevaba leche a vender a Nacozari. La transportaba en dos botes de lámina con los que cargaba su burro. Salía muy temprano de Pilares camino abajo hacia Nacozari. De regreso, a mediodía, cuando ya hacía calor, en la cuesta que se sudaba por lo empinado, se desnudaba y metía la ropa en los botes de leche. Era la «risión» de todos nosotros, y a esa cuesta le pusimos «la cuesta del empeloto», comentó el viejo minero. De «cuesta del empeloto» se transformó a «la cuesta de la empelota», y se fue forjando la leyenda, tal vez reforzada por algún chofer que dormido o medio borracho se salió del camino y justificó su torpeza con el cuento de la mujer desnuda.
José Antonio Alcaraz mencionaba en su clase la evolución del juego, al mito y al rito. En este texto hemos visto como el origen de un juego se volvió un mito y tal vez, tal vez, ya enciendan veladoras y recen oraciones para el descanso eterno de la mujer desnuda de «la cuesta de la empelota».
Texto original publicado en Komoni el 23 de noviembre de 2014.
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