Fuente de las sonrisas: reseña histórica

9 de noviembre de 2021

Por Jesús Ernesto Ibarra Quijada

Uno de los íconos más emblemáticos que engalanan la plaza central de Nacozari de García es, sin lugar a dudas, la famosa Fuente de las Sonrisas: un obsequio europeo que desde 1921 adorna el centro histórico del poblado. 

La joya arquitectónica, además de ser la única en toda la República Mexicana, es también la segunda en su tipo en todo el continente americano. En Europa existen cuatro ejemplares: en Dijon, Francia; Odessa, Ucrania; Düsseldorf, Alemania y Zúrich, Suiza. En el hemisferio occidental se tiene registro de dos réplicas únicamente, una en Denver, Colorado, EE. UU., y la más grande en Nacozari de García, Sonora. De todas las réplicas que existen, la versión mexicana es la que cuenta con un diseño único y distinto a las demás.

En 1918, durante una exposición de arte que se llevaba en la ciudad de País, Francia, James Stuart Douglas —uno de los hijos del profesor James Douglas, el fundador del Nacozari moderno—, entabló una plática con el destacado arquitecto neoyorquino Leslie Giffen Cauldwell (1864-1941), uno de los expositores. Ese mismo año había fallecido en Nueva York el octogenario filántropo canadiense James Douglas, por lo que sus hijos deseaban erigir en Nacozari de García un monumento a su memoria que sería presentado también como un obsequio al pueblo nacozarense. Douglas le propuso construir en Nacozari de García una fuente similar a la que había visto en Dijon, Francia.

El arquitecto aceptó el proyecto, aunque ninguno conocía al autor de la obra en bronce que adornaba el área central de la fuente. Tras una breve investigación encontraron al autor de la hermosa obra. Se trataba del afamado escultor francés Max Blondat (1872-1926). Douglas dispuso de los recursos necesarios para que el escultor reprodujera su magnífica obra mediante el proceso conocido como «cera perdida». Era el método más costoso pero también el más artístico en cuanto a su producción. Se trataba, de hecho, del proceso que utilizaba el famoso escultor renacentista italiano Benvenuto Cellini en el siglo XVI. 

Fotografía © Ernesto Ibarra

Hasta París llegaron los planos de la plaza central de Nacozari de García. A primera vista, el terreno parecía estar completamente nivelado. No obstante, al contemplar el diseño de aquél lugar, el arquitecto diseñador vio que la pequeña fuente se perdería en aquella inmensidad de terreno. Cauldwell escribió hasta Nueva York proponiendo al señor Douglas un nuevo diseño para la base de la fuente. En el propio estudio de Blondat en Paris diseñaron una maqueta que logró llegar tiempo después hasta el estado de Arizona, donde recibió el visto bueno de la familia Douglas.  

A diferencia de la obra original, la nueva propuesta contemplaba una obra de mayor tamaño. La escultura en bronce, que consiste en un grupo de tres niñas sentadas sobre una gruta de la que emana el agua de la fuente, tendría dos piletas y no una como en los demás diseños. En contraste a la obra francesa, el grupo de ranas en bronce que intercambian miradas con las niñas, no estaría posicionado sobre la orilla de la fuente, sino al interior de una pila que forma parte de la gruta al interior de la fuente.     

La base circular estaría rodeada de un redondel de piedra de ocho pies que se eleva, a su vez, tres pies sobre la jardinera que rodea a la fuente. El acceso al redondel superior contaría con tres escalinatas de piedra. En un principio se contemplaron dos accesos, pero fue el propio Blondat quien sugirió el tercero.

Los escalones de piedra estarían conectados por el círculo de piedra más grande de donde nace el jardín. En el área verde se sembrarían plantas perenes sobre tierra fértil para adornar los alrededores de la base.

La piedra cantera fue cuidadosamente cortada y labrada por la empresa estadounidense John A. Rowe Cut Stone Company de Bedford, Indiana, EE.UU., desde donde llegó directamente en tren hasta Nacozari de García.  

Al proyecto incluyeron también un nuevo elemento que hasta le fecha marca la diferencia entre las demás fuentes de su tipo. A los costados de la fuente, como dos imponentes guardianes, se colocaron a varios metros de distancia, dos copas de cantera labrada con la cabeza de dos gárgolas cada una; ambas sobre la base de altos pedestales del mismo material. El diseño se logró gracias a monsieur Ratti, el escultor que acompañó al arquitecto Cauldwell hasta Nacozari en 1920.

Fuente de las sonrisas en la plaza principal de Nacozari de García, Sonora
Fotografía © Ernesto Ibarra

Antes de inaugurar la magnífica obra, habría que adecuar el parque para contar con la iluminación necesaria, pues una escultura de esta naturaleza merecía permanecer iluminada para lucir su esplendor durante la noche. 

Aprovechando las instalaciones de la concentradora de la empresa, se fundieron en Nacozari ocho postes de cobre para el alumbrado público del parque. El diseño del arquitecto incluía en cada farol a un grupo de cuatro delfines con la cola deslizada sobre el aire y en el pico se colocarían anillos movibles de bronce de donde se colgarían, de poste a poste, guirnaldas con pequeñas luces para iluminar los árboles que rodeaban la fuente.

La escultura de bronce había llegado hasta Nacozari. Eran tres niñas que se colocarían como si estuvieran sentadas a orillas de una gruta de donde emana el agua en forma de cascada. Las esculturas miran fijamente a tres ranas reunidas sobre una roca, viendo también a las pequeñas. La mayor de las tres niñas, de unos diez años de edad, está visiblemente sorprendida; la segunda, de seis años, sonríe al igual que la otra y la tercera y más pequeña, de unos tres años de edad, parece no comprender bien aquél tierno cuadro.

En 1921, Cauldwell escribió en sus memorias que entre los mexicanos, el espíritu de inocente alegría se siente entre los viejos, hombres y mujeres, jóvenes, padres de familia y niños de escuela. A su obra original, Max Blondat la llamó Jeunesse, que en francés quiere decir «Juventud». El arquitecto-diseñador la bautizó en cambio, como «Fuente de las sonrisas», pues decía que nadie puede detenerse sin admirar esta obra de arte sin sonreír de oreja a oreja.

A la fecha, el conjunto arquitectónico se encuentra en proceso de ser declarado patrimonio artístico de la nación.

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