Discurso del Prof. Manuel Armendariz en la inauguración del monumento a Jesús García (1909)

11 de marzo de 2022

Señor gobernador:

Señores consocios:

Concuidadanos:

A nombre de la Sociedad Hidalgo de Artesanos, a quien me honro en pertenecer, me permito dirigiros esta sencilla alocución.

Yo quisiera poseer la lira más grande de los poetas; yo deseara poseer la elocuencia romana y el entuciasmo de los atenienses; la primera, para cantar al sublime héroe a quien se erige este monumento; la segunda para conmover el corazón y con fácil palabra ensalzar, como merece, la grande hazaña del héroe de Nacozari; pero careciendo de todo esto, espero que excusaréis mi insuficiencia.

Dos años hace ho que esta población, a las dos de la tarde, sufrió una conmoción como la que hoy produce el terremoto. Dos años hace hoy que esta población visitió de luto después de la consternación general. Dos años hace hoy que murió nuestro consocio y amigo, el joven Jesús García, dando generosa y desinteresadamente su vida por todo este pueblo. No quiero hacer la historia de tan infausto acontecimiento, pues ya plumas mejor cortadas que la mía, así nacionales como extranjeeras, se han ocupado extensamente de este luctuoso, cuanto noble suceso.

Solo añadiré que si Jesús García murió, fue sinceramente sentido y llorado, no solamente de sus compatriotas, sino hasta de extranjeros, quienes, tal vez mejor que nadie, supieron comprender y apreciar su civisimo y su virtud en el cumplimiento del deber.

Los jefes principales de esta negociación: señores Douglas y Mr. Williams, vertieron tiernas lágrimas sobre su cuerpo mutilado, y hasta la naturaleza parece que también sintió su muerte, puesto que el día 8, al ir a sepultarlo, cayó una lluvia, regando así su féretro con su copioso manto.

Hay seres predestinados para el sacrificio y el heroísmo, y Jesús García fue uno de ellos.

Quien tiene el honor de dirigiros las palabras fue su maestro en el pueblo de Batuc y recuerdo que una vez, estando dando a mis alumnos una clase de historia patria, refería las proezas de nuestros grandes hombres. Jesús García, que entonces tendría doce o trece años, se entusiasmó de tal manera, que se levantó de su asiento, me pidió la palabra y me dijo estas sencillas y elocuentes palabras: «Maestro, yo quiero ser un héroe».

Entonces, yo emocionado a mi vez, le contesté: «Hijito, pórtese usted como siempre y en todas partes con honradez; cumpla usted siempre con su deber y llegará a ser un héroe como lo desea».

Y once años después, Jesús García fue no solo un héroe, sino un benefactor de la humanidad.

El monumento que se le erige es, en mi concepto, más grande que las pirámides de Egipto, más grande que la Torre Eiffel de París, de la cual alarde la Francia, porque estas moles de piedra y de fierro son hijas del poder y de la grandeza y del orgullo, y el que hoy se levanta en este pueblo, vedlo ahí: sencillo, majestuoso y bello como el sentimiento que lo inspira, bello sí, como el noble sentimiento de la gratitud.

Si son admirables las comparaciones, a este bello monumento solo podrían igualarlo los erigidos a Colón y a Franklin, más si Colón descubre un mundo que entrega a la civilización y Franklin arranca el rayo al cielo y el cetro a los tiranos, Jesús García salva este pueblo de la destrucción.

¿Qué no tendría Jesús García a los 23 años de edad, lleno de juventud, ambición, ilusiones que embellecerían su temprana vida?

¿Que no tendría a su edad el deseo que todos los hombres tenemos de formar un hogar, una familia para reclinar su abrumada cabeza en el regazo, en el seno de una esposa después de las rudas fatigas del trabajo?

¡Creo que sí, porque a esa edad, el hombre ama y adora cuanto ve!

Pero Jesús García, haciendo a un lado todo, hace el sacrificio de su vida y muerte con un valor estoico, con la conciencia del deber cumplido, quizá evocando el nombre de su madre, quizá pronunciando el de su amada!

Niños que me escucháis: vosotros que sois los hombres del mañana, contemplad este monumento, el cual os da una elocuente lección. Grabad en vuestros tiernos corazones el nombre de Jesús García y procurad imitar su noble ejemplo.

Consocios y conciudadanos: Unámonos todos y respetuosamente pidamos a nuestro ilustrado y progresista gobierno, que en lo sucesivo, este pueblo se llame oficialmente «Nacozari de García».

He dicho.

Prof. Manuel Armendariz
Nacozari, Sonora
7 de noviembre de 1909


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