31 de enero de 2022
¡A las armas!
Manifiesto a los habitantes de Sonora
12 de marzo de 1913
Los ciudadanos que empuñamos las armas para lanzarnos llenos de ardor y rebosantes de indignación al campo de la lucha, nos venimos animados por ese espíritu de sistemática rebeldía que perdura por algún tiempo en los pueblos sacudidos por formidablemente por una revolución como la de 1910; venimos a cumplir con un deber como patriotas, como ciudadanos y como hombres; como patriotas rescatando de las garras de la opresión al pueblo que trata de encadenas la usurpación; como ciudadanos, salvando las instituciones republicanas de un régimen absolutista como el militar; como hombres, enjugando las lágrimas de los que sufren cuando ven ocultarse el sol radioso de las libertades humanas en un ocaso de regresión y estancamiento.
Venimos a protestar en contra del crimen entronizado y a llevar al banquillo de los acusados al criminal y a sus cómplices: es decir, a los Huerta, a los De La Barra y a los Reyes y a tantos otros; venimos a vengar el sangriento ultraje hecho a la ley cuando asesina al presidente de la República y a restituir a cañonazos el derecho de gentes conculcado; venimos a hacernos justicia en representación de todo el pueblo mexicano y sentar la segunda piedra del templo de Themis, derribado el ’79 por la mano criminal de Porfirio Díaz, y el 23 de febrero próximo pasado por la criminal y traidora de Victoriano Huerta. Venimos, en fin, a luchar sin tregua y con tesón contra el mal y continuar la revolución de 1910, a aportar nuestro contingente de sangre a la causa del pueblo; a sacrificarnos en holocausto anta el ara de las libertades públicas; a limpiar de traidores al país y llevar a culetazos a la redención, a los cobardes y a los indiferentes, a los serviles y a los acomodaticios, a los atrofiados de la conciencia y a los ociosos de la energía. A eso venimos y para eso empuñamos el 30-30.
Ninguno de nosotros desconoce la ingente necesidad de restablecer la paz en el país, aun a costa de los mayores sacrificios, pero tampoco a nadie se le oculta que son preferibles las tempestades que provoca la rebelión popular a las consecuencias de una paz sostenible por los fusiles de una dictadura militar.
La nación en general, con esta clarividencia que constituye una de las colectividades humanas, ve el cuartelazo de Félix Díaz y en la criminal defección de Huerta, no solamente el entronizamiento del privilegio y la satisfacción de ambiciones desmesuradas, sino una amenaza de muerte a las instituciones democráticas y una ausencia absoluta de garantías ara todos y cada uno de los habitantes del país.
Los asesinatos cometidos con las personas del presidente y vicepresidente de la República, hecho salvaje que se ha pretendido revestir con los colores de un incidente propio de las circunstancias, no solamente significa un crimen civil y penalmente considerado, sino que, por su magnitud y por las condiciones en que se perpetró, es, a los ojos de cualquier hombre de conciencia, el más aleve ultraje que puede hacérsele a un pueblo que derramó torrentes de sangra para conquistar sus libertades políticas, la más cruel ofensa que causárosle pueda a la humanidad y a la civilización.
Es por eso que nosotros, los hijos del trabajo y los obreros de la inteligencia, sin medir el peligro y convencidos de que es mil veces preferible perder la vida a conservarla llena de oprobio y de vergüenza, nos hemos lanzado a la lucha armada, seguro de que todos los hombres de buena voluntad, ya en una forma y en otra, secundarán el movimiento que iniciamos, puesto que su legitimidad está garantizada, de una parte, por la justicia que entraña, y de la otra, por el reconocimiento que de la causa por la que luchamos ha hecho el gobierno del estado, que dignamente desconoció al usurpador del centro.
La patria está en peligro. Las instituciones amenazadas de muerte, el derecho, encarnecido; la ley violada; la Constitución, profanada, y la justicia a merced de un soldado déspota y desleal, que norma su criterio por el filo de su espada homicida y funda sus acciones de la punta vulnerable de sus marrazos victimarios.
Resignarnos a aceptar una orden de cosas que —en último análisis—, significaría la recrudescencia de un régimen derrocado en mayo de 1911, sería digno de nosotros como pueblo culto y viril. Rechazarlo con las armas y reprobarlo con las ideas; protestar contra el absolutismo que trata de encumbrarse, y pedir, no por sed de vindictas, sino por una medida de salvación pública, la cabeza de los traidores a su bandera, sería por el contrario, la prueba más palpable, el testimonio más evidente de que nuestro corazón fluye con vértigos de torrente, sangre de patriotas y de que muestra conciencia vislumbra, con reverberaciones de incendio, la santa idea de la libertad y el sagrado deber de defenderla.
Empuñemos las armas para castigar la usurpación; para asegurar nuestra tranquilidad; para crearnos garantías; para poner nuestros intereses a cubierto de la rapiña de los bandidos galoneados y la honra de nuestras familias fuera del alcance de los salteadores de levita y guante blanco; leguemos a nuestros hijos ese noble ejemplo de patriotismo y dignidad, ellos nos ven con ojos angustiados, con gesto lloroso y suplicante y nos piden garantías para sus vidas en botón.
Seamos dignos, abnegados, valientes, fraternales y patriotas. La responsabilidad que tenemos ante lo provenir es inmensa para que no sacrifiquemos nuestros egoísmos al derecho inalienable se ser libres.
CONCIUDADANOS:
Miembros de la familia mexicana, en nombre de la patria dolorida y de la ley violada, del derecho ultrajado y de la justicia encarnecida, os conjuramos a levantéis la voz para protestar contra el mal, encarnado ahora en el gobierno usurpador de Huerta, y a que empuñéis las armas para castigar esa banda de criminales. No tengáis piedad para esas hienas. Las infamias que conciben y las torturas que llevan a la práctica en las personas de sus nombres víctimas, los ponen fuera de la ley y borran en ellos todo perfil humano.
Para terminar el presente manifiesto, que sintetiza el sentir general de cinco mil habitantes en armas, entre este mineral y estación Esqueda, hacemos presente al resto del pueblo que no se nos oculta las dificultades con que el país ha de tropezar para elegir a un presidente provisional capaz de salvar una situación transitiva, una vez derrocado el gobierno usurpador. Pero la solución a este problema no es ahorita de nuestra competencia, como solados que somos del Estado, sino el gobierno mismo que nos apoya y nos sostiene. Dejémosle a él encomendada esa tarea ardua de suyo; ya la recíproca confianza que han entre él y nosotros, nos pone a cubierto, a él, de cualquiera bastardía que miras de nuestra parte y a nosotros, de una infidencia que no tenemos derecho a suponerle dada la enérgica actitud que ha asumido.
Derroquemos primero al gobierno usurpador por medio de la persuasión de las fuerzas. Después, la fuerza de la persuasión nos indicará el camino que debemos seguirá para restablecer la paz y a consolidar la república.
¡A las armas! ¡Viva la libertad!
SUFRAGIO EFECTIVO–NO REELECCIÓN
Nacozari de García, Sonora
Marzo 12 de 1913
Primera División Fronteriza del Ejército Constitucionalista del Estado de Sonora
Pedro F. Bracamontes
J. J. Gutiérrez
Plutarco Elías Calles
Aniceto C. Campos
Manuel M. Diéguez
Esteban B. Calderón
B. P. Márquez
Mateo Ortiz
Agustín Preciado
Macario Bracamontes
Francisco R. González
Romualdo E. Montaño
Ernesto Cárdenas
Felipe G. Abril
Cenobio Rivera Domínguez
José C. Villa
Esteban Martínez
Melitón Albañez
Alfredo Quiñones
Pablo Quiroga
Ramón Valencia
Mariano Baltiérrez
Pablo E. Macías
O. Jimea
Francisco Véliz
Cayetano Villa
Juan José Ríos, Secretario
El manifiesto que antecede, lanzado a su publicidad por los dignos ciudadanos que lo suscriben, es el grito más solemne de protesta en contra de la usurpación enseñoreada y del crimen entronizado, sintetizando los sentimientos del pueblo de Sonora, que no reconocerá ningún gobierno que no sea emanado legítimamente de la soberana voluntad del pueblo.
En estos momentos, más de cinco mil ciudadanos se encuentran al norte del estado con las armas en la mano para combatir victoriosamente a los traidores que tratan de ultrajar la soberanía de nuestro estado. Y el pueblo —en cada uno de los lugares de este suelo, en donde alienta un espíritu patriota—, está con nosotros en esta lucha que encarna nuestro legítimo derecho a nuestra soberanía, que se pretende mancillar por los monstruosos del cuartelazo.
Todos los jefes, oficiales y soldados del Ejército del Estado hacemos nuestros los conceptos del manifiesto que antecede y nos sentimos invencibles cuando la justicia y el derecho están de nuestra parte y sobre todo cuando el pueblo nos apoya.
Ciudadanos: ¡A las armas! ¡La patria está en peligro!
Coronel Juan G. Cabral
Jefe de Operaciones del
Ejército del Norte del Estado
Coronel Álvaro Obregón
Jefe de la Columna del
Ejército del Norte
Coronel Salvador Alvarado
Coronel Jesús Chávez Camacho
Teniente-Coronel Antonio A. Guerrero
Mayor Francisco Manzo
Capitán 1.º Francisco Bórquez
Capitán 1.º J. Gonzalo Escobar
Capitán 1.º Reyes N. Gutiérrez
Capitán 1.º Gregorio Enciso
Capitán 2.º Pedro J. Almada
Capitán 2.º José R. Félix
Teniente Tiburcio Morales
Teniente Luís R. Flores
Teniente Ricardo Fontes
Teniente Enrique Urías
Teniente Irineo Rivera
Teniente Manuel Mendoza
Teniente Hipólito Jiménez
Teniente Luís M. Achondo
Sub-Teniente Benito Bernal
Sub-Teniente Manuel J. Limón
Sub-Teniente Alejandro Parra
Sub-Teniente Modesto Yépiz
Sub-Teniente Juan A. López
Sub-Teniente Pedro Inestrosa
Sub-Teniente Manuel Rivera
Sub-Teniente Ignacio Gómez
Por los individuos de clase de tropa:
Sargento 1.º Juan Ramírez